Con el paso de los días cada vez me asaltaban más dudas: tal vez Tordelli no fuese todo lo “radical de la coordinadora” que parecía; ni siquiera podría llegar a pertencer al universo progresista que, con sus modos tan democráticos, –besitos entre jefes y empleados- imperaba en ese ministerio de la inutilidad.
Y tantas dudas no tardaron en tener su correlato: una tardecita fui con un viejo compañero del menemato a Tabac y ¡oh sorpresa! En la vereda, no estaba el inefable Coco Basile, estaba Tordelli. Tomaba un cortado con el abogado del gremio, el Dr. Franco Vitelli, un hombre muy parecido a Alessandro del Piero que usaba trajes rayados, la corbata suelta y unos zapatos con hebilla y taco que podrían ser nombrados “estilo Luis XIV”.
Estupefacto, elegí hacerme el distraído y seguí con la impresión de que Tordelli no me había visto. Tremendas dudas me asaltaban cuando llegué a la barra. Tordelli, ese nombre lo repetía mi cabeza como un pac man, y me comía, Tordelli, Tordelli sonaba en mi cabeza que, de tantas sorpresas, no se tranquilizaba.
miércoles, 3 de diciembre de 2008
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