lunes, 5 de enero de 2009

Morrissey, Morrissey

Así continúe los días siguientes: caminaba por la playa escuchando a Morrissey y regodeándome de mi condición de ser sensible y delicado. Me creía una flor. A la mañana, cuando aún no había gente en la playa, la visión del azul, calmo en el horizonte y brioso en la costa, me exaltaba. Era la confirmación de un estado ambiguo y rico. Todo lo que tuviera que ver con la gente me preocupaba: había descubierto que a mi mundo había que protegerlo. Debía por lo tanto disfrutarlo en soledad. Pero la vida no está hecha de esa fantasía y muy pronto los acontecimientos se encargaron de hacérmelo ver.
La primera notificación la tuve un día que fui a pie a hacer unas compras al supermercado –ya casi no usaba el auto-, y mientras cruzaba una esquina un gordo de unos 20 años arrolló una pobre anciana. Para eso se valió de su BM negro muerte. Fue una señal, pero no quise verla. La violencia rondaba mi cuerpo para hacerle saber que nada corre sin su complemento, y que lo mejor es tomarse de la mano.

Al día siguiente del evento de la anciana decidí emprender una caminata hasta la península. El día tenía condiciones prometedoras: cielo despejado, viento tenue y fresco, un mar animoso y límpido y, gracias a una buena presión atmosférica, una sensación corporal que era cercana a lo que como toda persona atenta a su sentir diario califica de espléndida. Así que, feliz, caminé hasta el Virazón –el restaurante en el que nos habíamos encontrado con Tordelli la noche D-, y una vez ubicado en una mesa, la más bonita, aislada y próxima al agua, me dispuse a disfrutar de mi nueva capacidad para captar lo que, como no podía definir, llamaba de manera consumada y patética “matices existenciales”. Pero enseguida tuve la segunda notificación: Tordelli arribó con mi mujer en otro BM negro reluciente y carbonífero y, como ese hit no lo pude tolerar, fue mi muy perfecta sensibilidad la que mutó hacia un estado colérico tan agudo como su opuesto. El proceso fue más o menos así: me levanté como eyectado de la mesa y corrí hacia Tordelli y sólo mediando la frase: “Qué flor de hijo de puta que sos”, le propiné dos golpes fundamentales que, una vez aplicados, hicieron que mi Maestro tan venerado debiera evaluar, tranquilos, si su mandíbula en verdad estaba dañada, y a Carola la motivaron a correr despavorida, pero sin levantar mucho las piernas (tenía ojotas puestas), calle arriba.

Una vez que lo vi a Tordelli tan calmo ante mi agresión sentí un arrepentimiento inconmensurable. Y ese arrepentimiento me hizo adoptar dos acciones: uno, abrazarlo con fuerza mientras, gracias a la gran proximidad con su cuerpo, calibraba si tenía un miembro despampanante. Dos, llorar de manera desconsolada en su hombro. Ahora bien, ¿a qué se debió esta reacción? Como toda medida humana las razones son varias, pero la principal fue le miedo. Una vez que le pegué a Tordelli una sola cosa me abordó: ¿cómo se me ocurrió pegarle al Maestro? Y lo peor, ¿qué tremenda respuesta podría llegar adoptar en mi contra? Estas cuestiones eran para temblar, y yo cumplía con esa imposición: mi cuerpo temblaba como nunca antes y, por supuesto, como buen poseedor de un don extraordinario lloraba, lloraba a mares.

6 comentarios:

Obelix dijo...

Sabrá tu novia que escuchamos Morrissey?
Que me extrañás mas de lo que ella te extraña?
Sabrá tu novia que escuchamos Morrissey?
Con quién estabas la vez que te llamábamos?

Pero hay algo que vos no sabés
Y es que hablamos mal de vos una vez
Y bien de alguien que no conocés
Los dos nos cansamos del amor
Y vos no sabes lo que es cansarse

EmmaPeel dijo...

No se haga el opa y diga qué tal viene Tordelli

Lucas Videla dijo...

cómo me animan amigos!
inclusive màs que los videos de ABBA que acabo de ver en una llapari yorugua,
què lindos que eran!!
què felicidad Morrissey!!

Anónimo dijo...

gays
entre tordelli, historias extraordinarias y la falopa case b que venden en este pais, ando con mi corso muy a contramano
me cruze con juan carlos calabro, un moustro es
d cuerpo muy chiquito, enjoginizado, dos joggins distintos
la cabeza es una especie de plasma d 54 mil pulgadas
su frente da para un paris texas, digo dakkar
sus orejas
su comedor
me hago amigo de muchas viejas
mi target de amigos arranca en los 78
y aclaro: es condicion in recontranegociable, que esten re gagas
viejas de geriatrico o fugados del borda
cada palabra que sale de mi boca es extrania
la abro y la gente se sonrie y se alejan
cuento historias de bombardeos
de bulgaros que dejaron ciegos
del equilibrio social que trajo el conrad al este
etngo una almoda nueva..larga, debe medir cmo yo, forma de chorizo...me la enrosco, duermo en colaless
me garchan en suenios
libero animales del zoologio en suenios
ahora estoy en un bar bien feo
me tarjeron cerveza tirada
el bazo es gigante
liquidare dos, minimo
hoy almorze con vino blanco en palermo
estaba afuera de un local de ropa
ropa muy espantosa
habia un jean: 22o pesos, jean 007
hable con la vendedora y le pregunte el por que del nombre
pedi ver el mdelo, ultra pinzado...quien si no tordelli es capaz de comprar esto?
amigo llamas del 73, es inminente nuestro encuentro
oh si, lo imagino al mediodia, pileta de fondo,tragos, falopa clase b y la bella emma correteando solo con un piolin en el culo.
carinios
a

Lucas Videla dijo...

Amigos no saben, soy feliz, frente al mar casa espectacular cuasi millonaire, y -finalmente- con la posibilidad de colgarme a wifi o algo así. Estoy en un lugar onda "alguien tiene que ceder" pero sin el pesado de J Nicholson y la decadente D Keaton

Agente a, qué lindo todo lo que me cuenta! Es de las cosas que me hacen feliz, justamente. La escena en la pileta la veo claramente, sí. También sus percepciones, son de lo mejor que alguien ha visto.

Anónimo dijo...

Los veo ya, tan pasivas... Almorce con estela,tardecita en el konex con iguana (lo unico. cuasi bebible en ese bar) y cena con martini dry

Un silencio que ni los perros rompen

    Pediste ser escuchado por quien  permanece en un silencio  que ni los perros rompen.