miércoles, 31 de agosto de 2011

Bajo el sol te penetro

Gatos que duermen cerca de un poste
que se alza entre vos que dormís
y yo que miro el cielo. Hay
montones de mosquitos que gracias
al off no se acercan lo suficiente
y hay un perro de un vecino
que al fin no ladra, y también hay un fuego
en el sol que nos quema hasta
hacernos sentir que el fin del mundo
se acerca y que debemos estar una vez más
uno encima del otro, como si garchar
nos fuese a salvar de algo. Como si el
placer de la penetración tuviera algún sentido
más allá de clamar esta ansiedad que, te digo,
me hace de todo: comerme las uñas, saltar
descalzo por mosaicos fríos, me enloquece
literalmente, que es otro de esos vicios
que no tienen salida. Porque escribir no es
como hacer cosas lindas en madera. Escribir es
usar demasiado la mente, es tener la idea
de poner algo en palabras y ese algo
es algo distinto, está más allá y no duerme,
no reza, es muy distinto a todo y es personal
y tal vez nunca se entienda, porque uno mismo
jamás lo hace. Por todo eso, bajo el sol
te penetro.

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