sábado, 24 de diciembre de 2011

Incógnita

Todos los cactus son hombres que se han quedado petrificados por una simple razón: se han muerto y han reencarnado como figuras estáticas de un desierto que casi no tiene pájaros. Los pocos que hay son carroñeros o pequeños. Atrás, las montañas tienen piedras con formas raras y monjas desesperadas que buscan a Cristo como quien desea acceder a un placer supremo y nada abnegado. Por eso nos causan gracia cuando no se dejan tocar por los chicos que llegan a los doce o trece años y necesitan descargarse. Pero ellas no les dan sus agujeros. En cambio, rezan y lavan sus ropas no sabemos dónde ni cuándo.

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Un silencio que ni los perros rompen

    Pediste ser escuchado por quien  permanece en un silencio  que ni los perros rompen.