Hay una
dinámica que se integra a nosotros a través de la percepción. El eje por
el cual se estructuran las emociones hasta convertirse en
pensamientos que derivan en acciones.
Debido a
esa dinámica, cuando cambia el eje de nuestras percepciones, se modifican
nuestros actos.
Si cada
percepción es el resultado de cómo nuestro mundo emocional hace contacto con el
afuera, ese diálogo entre el ser y el afuera es la fuente integradora
del carácter.
Un resultado expuesto a influencias que, debido al diálogo, se encuentra siempre frente a la posibilidad de establecer distintas dinámicas.
El cambio acecha de manera continua al carácter. Pero él rara vez cambia porque funciona más bien como una garantía de inmovilidad y certidumbre frente a la impredecible existencia.
Un resultado expuesto a influencias que, debido al diálogo, se encuentra siempre frente a la posibilidad de establecer distintas dinámicas.
El cambio acecha de manera continua al carácter. Pero él rara vez cambia porque funciona más bien como una garantía de inmovilidad y certidumbre frente a la impredecible existencia.
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