Hay muchas
maneras de encajar las vivencias. Pero todas tienden a pasar por el hecho de
evitar el dolor. De esa forma, se construyen fortalezas en torno a misterios
que en verdad son reservorios de diferentes traumas. Angustias que no han podido
ser arbitradas y que, desde el poder fantasmagórico que tiene la oscuridad,
operan para mantener el carácter inaccesible de dolores que en teoría-amenazan con ser
devastadores.
Pero en la
práctica, o a la luz, no suelen ser tan contundentes esos dolores. Aunque su
función es disimular esa verdad, y las realidades que encubren, para
permitirnos continuar.
Es decir, las angustias tienden a ser parceladas y
distribuidas en diferentes compartimentos emocionales desde donde operan con
más poder. Y si bien esa distribución es útil a los efectos de no enfrentar el dolor, cuando el enfrentamiento ocurre hay un paso adelante.
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