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Un viento en la cabeza
de todos los pensamientos
acerca de lo que es poesía,
de lo no que es. Suposiciones
que permanecen en el aire
y después bajan.
Pasa en los caminos. Un auto corre
y hasta los pájaros se alteran
y después todo se aplaca.
No hay forma de llegar
a lo que está enfrente.
Ni hay forma de nombrar
lo que sentimos en el espacio
de difícil acceso que es uno mismo.
Las cosas están, se rompen,
estallan. Explotan para generar dinámicas
de las que en un punto no sabemos nada.
Ni los propios sentimientos gobernamos.
No conocemos ni prevemos en profundidad
nada. Estamos bastante a la deriva,
¿saben?
Pero al menos tenemos nuestra imaginación.
Y ella no se congela, va, insiste
trata de perforar lo que existe
en pos de una realidad menos cruda.
En los fenómenos de la imaginación
está la posibilidad de un escape
hacia lugares donde la decisión no pese.
Quiero decir, sería lindo llegar
a una instancia en donde el aflojamiento sea
tal
que hasta el cuerpo dejase de estar.
Y de la mente, ni hablar.
Va mi deseo: que la mente deje
su pretensión de llegar a tierra santa.
Es que a la pobre le señalaron una idea
y va. Desesperada, va, insiste, cumple esa
función.
Ojalá me escuche: le pido que crezca.
Que se relaje y cante. ¿Y qué podría cantar?
Voces que de pronto se apagan
ante la imagen de un lobo.
que a pesar de todo nos ampara.
Y nosotros entonces, ¿qué hacemos?
¿Lo abrazamos?
1 comentario:
Hermoso hijo:
me tocó el alma.
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