viernes, 9 de mayo de 2014

Erótica armería -1-


 

ERÓTICA ARMERÍA

 

 

 

 

Lucas Videla

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1

Recuerdo el filo de la casa reclinada en la costa, con sus paredes altas y sus molduras campestres, y un gobelino de Bruselas en el living y otro en el comedor.

 

El día que cumplí los trece años nos encontramos, muy cerca de la casa, en un bar lleno de mandíbulas de tiburones secándose al sol.

 

Desde el verano pasado no te veía, y te lo quise decir, pero vos, con tu palito de agua semiderretido en la boca, no podías, o no querías, dejar de concentrarte en el frío auge que emanaba.

 

Las voces cristalizadas de los comensales caían cerca, muy cerca, y por tu modo de andar, de vestir, yo quería decirte, vení, acércate, probá.

 

Cuando bajamos a la playa, encontramos a tu familia bajo una gran sombrilla blanca.

 

Allí recalamos. En la sombra que nos impulsaba a permanecer: los dos mirando el ungüento que tu tío pasaba sobre nuestros músculos extrañados.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

2

Esos cuerpos eran el brillo y mi visión estuvo siempre sobre ellos en la playa aquietada.

 

Te pregunté ­: “¿Por qué no vamos a caminar hasta el faro?”

 

“Te quiero ver caminar hasta `El Babilonia´; quiero sentirte cerca del antro, cerca del mayor antro de Sudamérica; con montones de seres descansando en la playa; bajo el sol; ahí donde un reloj late como una bomba bajo la arena.

 

Al final, me comentaste: “¿Caminar hasta allá? No pienso ir tan lejos.”

 

Pero lo mismo salimos a caminar. 

 

Al anochecer, vimos una vela en el oleaje espumoso que subía por las rocas.

 

Y en torno a tu cuerpo llegó a estar la luz de esa bonita vela consumiéndose.

 

Sin cerrar los ojos, creímos ver una virgen en su cuevita lábil y cercana al faro. Y un poco más allá, un cortejo en el borde del muelle donde los cuerpos se arrojaban.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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