sábado, 27 de diciembre de 2014

Un día en la playa

Las formas como juegan
los que juegan en la arena
la disciplina estricta de las
gaviotas cuando le ofrecés
comida y pensás en las mil
maneras de comer que tiene
la gente, en el alimento
y derivás a la visión de las
góndolas en los supemercados
infectados de gente.

Y más allá el mar que prosigue
lo que pareciera una eternidad
consagrada a no decir más que
olas, y más olas, como si eso fuese
la forma que tiene de contar
el tiempo.

El agua está en su dimensión
fantástica en la medida
que uno se adentra
y se deja llevar por ese
vaivén que tiene.

Afuera los chicos me piden
entrar y por ellos salgo
y los tomo, y las olas
enseguida nos arrastran
para hacernos festejar
un poco más el estar
donde podemos relajar
un poco esas cabezas
destinadas a decir y decir
sin ánimo de soportar
las contradicciones que nos
enlazan por momentos
y nos permiten subir a los
estadios donde los sentidos
se fusionan, los conceptos
se dispersan y la necesidad
de buscar una respuesta literal
es cada vez más tenue
como tenues son las gotas
que bajan por nuestro cuerpo
en la medida que salimos un poco
del agua y las palpitaciones por
encontrarnos donde nos encontramos
se vuelven una certidumbre
hermosa porque no tiene peso.


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