viernes, 10 de julio de 2015

Una jornada

Los bancos cumplen su función
en la medida que reciben el dinero
que a su turno es volcado en el mercado.
O algo así es lo que pasa
según leo en el diario a medida
que el subte avanza.

El vagón es bastante lúgubre
o la gente que lo habita así lo expresa.

Ésta es mi estación, me bajo.
Las chicas con esos jeans tan ajustados
despiertan las ganas de fornicar a cualquiera.

También pienso en comprar un jugo
de esos bastante sintéticos
que al menos no tienen gas.

Y también pienso en lo feo que es almorzar solo
sin tipos con los que hablar de fútbol ni de otras
cosas intrascendentes que se vuelven importantes
a medida que generan placer.

Avanzo hacia la avenida
porque los ruidos se sienten menos

Las viejas recalan en los bancos
de la plaza aunque sean bastante incómodos.

Los perros, atados, ladran y los nenes
descubren el mundo bajo la mirada atenta
de sus madres o niñeras.

El día es gris,la ciudad grande.
Las ruletas deben estar quietas.
El río está en su sitio.

Tengo ganas de trascender
la necesidad de trascendencia, pienso
en otra muestra más de mi patética
elocuencia.

Miro la rima y la dejo.

Debería ser más bárbaro.
Ser como esos guerreros que iban
en un tiempo inclemente a matar a otros
para conquistar tierras
que después iban a ser saqueadas,
las mujeres violadas, y así.


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