jueves, 27 de octubre de 2016

Una luz

Llega sutilmente a tu cuerpo
para que en su lugar aparezcan ángeles,
arriba tuyo, sonrientes y expectantes,
y una rosa en tu pecho, se instale y gire
para limpiar lo que necesita ser purificado.

A la edad de seis años,
caminás por un jardín y acariciás un perro.

Y después, de a poco, 
ya no se repiten imágenes en tu mente.

Ahora el mundo es percibido  
para deleite del cuerpo 
que de esa forma pierde su hermetismo.

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Un silencio que ni los perros rompen

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