domingo, 21 de diciembre de 2008

Take my breath away

Las cosas entonces iban hacia el éxito: había algo en el aire que lo corroboraba. La felicidad de los popes con sus miles de dólares; la calma tan imposible con que Tordelli fumaba; las manos de Flavia; esas uñas eran tan perfectas que podían satisfacer las ocurrencias más extrañas. Todo era lindo; lo sentía, no lo pensaba; ése era el éxito más grande. Los segundos de la noche marchaban y Flavia, de casualidad, cada vez me tocaba más. Y yo hacía lo mismo y Tordelli miraba. Miraba complacido y yo me decía: “Seguro que las cosas van según un plan divino”. Todo era perfecto porque la dinámica, la estética, todo se deslizaba por la veta menos romántica: la alfombra violeta, las mesas, el ruido atronador; todo ese emporio llamado Conrad hecho y derecho onda Las Vegas, el carácter espeluznante de la gente agolpada en ese reducto Vip con láminas de la antigua Roma; el calibre atorrante de nuestros amigos, todo iba hacia el mejor fin.

--- ¿Por qué no me hacés un favor ---me dijo de pronto Tordelli con esa calma tan dulce --- y llevás a Flavia donde estamos parando? ---Y después agregó: ---- A lo de Ángelo.

Yo sonreí, Flavia agarró su carterita blanca, saludamos y partimos. Sabía hacia dónde ir: al telo camino a la Barra. Ya no pensaba, sólo iba: la función más molesta de mi persona, esa que calibra, dice, se pregunta y responde, especula, esa mente satánica que no para, ahora sí, por fin, was dead, en coma, borrada. Sólo en el auto sonaban con fuerza los lentos más célebres de los 80; los insuperables. Cuando paré en la entrada del telo la miré a Flavia: me gustó porque con total placidez se miraba al espejo, aunque pronto fuéramos a coger se retocaba la cara. Tan gustosa era. Ya en el cuarto se sacó su minifalda y me dijo: ----Lo primero que te recomiendo es que dejes que te haga la paja… Sí, va a ser lo mejor; después vas a obrar con más calma----. Nunca una mujer me había sugerido algo tan sabio; la miré emocionado: ella, alta, con sus gomas enfundadas en ese topcito blanco, su falso pelo rubio, su tatuaje alrededor del tobillo; una naturaleza tan sublime que me dio ganas de correr y abrazarla.

2 comentarios:

Obelix dijo...

Rupert, sos un romántico!

Lucas Videla dijo...

es lo que siempre me dicen

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