martes, 31 de marzo de 2020

Escritura y superioridad

Pero de vuelta a mis primeras clases de literatura. Me acuerdo ahora que este buen hombre, mi profesor, poeta consagrado, siempre me prometía, de un modo descarado y patético, presentarme a algún literato incluso más consagrado que él, y yo siempre le creía, o al menos siempre estaba expectante y hasta feliz con la posibilidad de que eso ocurriese. Feliz con una proximidad lejana e hipotética porque saber que en algún punto yo podría acceder a quienes ellos eran, esos leones que relucían como el oro, tenía un peso específico y, en mi mente, justificaba los disparates que imaginaba y soñaba para mi futuro.

Un futuro que se debía parecer a lo que ese poema copiado de manera tan esmerada por mi abuelo representaba. Es decir, su vida. Su vida consagrada a los libros. A la cultura. A Europa. A los cánones acerca de lo que es brillante y elevado. A lo que justifica que uno pueda creerse especial en muchos sentidos, tantos que te permitirían sentirse definitivamente superior como persona, algo que por entonces, sin duda, yo necesitaba.

La escritura y mi abuelo

Me acuerdo de mi abuelo ahora. Me acuerdo de su aspecto nórdico. De su aspecto danés -aunque su madre era gallega se supone que debía primar esa imagen de él-. Me acuerdo de cómo se sentaba en un sillón de cuero rústico y a la vez moderno, cruzando ligeramente su pierna derecha sobre la izquierda, de cómo apoyaba su mano derecha a la altura de su corazón y daba suaves golpes en él -nunca supe para qué-, y me acuerdo que siempre estaba con un libro -la mayoría de la veces en francés-, y que a ese libro, con un lápiz listo para subrayar las partes importantes, lo leía horas. Muchas horas.

En Punta del Este, Uruguay, en su casa de veraneo, un lugar que compartíamos, llegaba a pasar todo el día en un sillón en el jardín y luego, a la caída del sol, salía a caminar, en una calle rodeada de pinos, apenas hasta la esquina, (por entonces le costaba caminar), y volvía para escribir unos artículos que mayormente eran citas de grandes e ilustres pensadores que publicaba, con poco interés de parte del resto de mi familia, en un diario tradicional y venido a menos de la Argentina.

Como para mi madre ese hombre era tremendamente importante, él lo era para mí y por lo tanto, todo su mundo, todos sus intereses, inclinaciones y juicios también lo eran. En esencia, porque era un caso único y porque yo tenía la suerte de ser el nieto de alguien tan especial por carácter transitivo y lo que es mejor: podía ser como él hasta sentirme arriba de otros, y de esa manera esperaba no sentirme tan mal por lo desgraciado que era. El plan no era bueno y no podía funcionar. Y así fue. Por suerte.

lunes, 30 de marzo de 2020

Escritura e historia

A partir de mis primeras experiencias, ahora recuerdo, este gran y culto funcionario de la Procuración General -un organismo que tenía un poder impactante y por lo tanto un atractivo muy marcado en mí-, me puso en contacto con otro funcionario, que también tenía un ritmo existencial sensible y atribulado, que, a su vez, me puso en contacto con un poeta consagrado para que tomase clases con él.

Y eso hice durante años. Iba a su pequeño y antiguo departamento céntrico y en ese lugar, imbuido de una consideración cultural fuera de serie, leía mis poemas y trataba de entender cómo mejorar mi voz, siempre obsesionado por saber si en realidad yo tenía o no tenía un talento inusitado.

Y este poeta consagrado me trataba de mejorar y al mismo tiempo de mantener con el suficiente entusiasmo como para que yo siguiese pagando por sus clases. Y en eso íbamos mientras los códigos culturales de occidente -con todos sus grandes escritores- se acercaban a mí a través él, este poeta consagrado, que según recuerdo, escribía en un registro parecido y logrado que tendía a repetirse.




Escribir sin saber para qué

En mi caso la escritura comenzó por ser algo especial por el hecho de que un poeta era algo sagrado, lo más parecido a un Dios o a alguien venerable. Eso tiene, creo, relación directa con mi abuelo, con su amplia cultura, y sin dudas con el hecho de que era un hombre por entonces sumido en una depresión de años pero, aun así, un hombre que tuvo la delicadeza de copiarme a mano, con muy linda letra debo decir, un poema de Baudelaire que hablaba sobre una calle con tilos.

Después vino, según recuerdo, el hecho de que a mis diecinueve años un jefe que tenía me incitó a leer a César Vallejo y como mi jefe era un alto funcionario de la Procuración General, y sensible como yo, y como era parecido a mi abuelo -tenía una gran cultura- y, sobre todo, como yo era un joven permeable a cualquier discurso fértil para nutrir ciertas creencias acerca de mi especialidad, años después, apenas me casé debo admitir, me puse a escribir.

Y lo cierto es que me puse a escribir poesía porque era lo más fácil de escribir -al menos para mí-, y lo cierto también es que desde entonces comencé a copiar a los escritores que me gustaban, y lo cierto es que todavía no estoy nada seguro de que haya logrado algún tipo de voz original.


domingo, 29 de marzo de 2020

Ovalo

Me volvió la alergia por el sencillo hecho de que tuve contacto con las noticias de un amigo que me rehuye desde hace unos cuantos años por motivos no del todo claros. Un mecanismo que ya no termina de impactar tan de lleno en mi psiquis -quiero creer- porque hay elementos angustiosos que ya no necesitan trabajar para demostrar que están ahí, que necesitan ser atendidos. Aunque, con todo, es impresionante la fuerza que tienen los mecanismos aprendidos o tejidos para lidiar con la angustia. Son de lo más persistentes e incisivos. Podría decir que están ahí para motorizar los cambios que uno no está dispuesto a hacer por sí solo.

No tengo ganas de volver el día de mañana -cuando termine esta cuarentena- a la ciudad. No tengo ganas tampoco de retomar una vida productiva y exigente destinada a garantizarme algún tipo de bienestar que no llega jamás de forma demasiado contundente. No tengo en claro, la verdad, qué hacer con mi vida en el plano profesional, y no tengo en claro por lo tanto cómo acomodar mis días en general -empezando por lo económico-. Pero de todas maneras es un gran avance este que estoy haciendo. Un avance que sí o sí -presiento- terminará en un lugar de más libertad. Para eso, para lograr esa mayor libertad, por supuesto que lo tengo que hacer primero es no depender tanto de la mirada de los otros -tema difícil en mí-. Debo privilegiar en cambio los actos, procesos y momentos que realmente me generan un momento de placer. Fácil y tan difícil a la vez. Espero poder concentrarme más en eso.

Hasta llegar al pueblo

Dejo el auto en el primer mercado y camino lo que queda hacia el pueblo. En treinta años nunca hice ese camino a pie. Veo todo en detalle. Veo todo con el mayor detalle posible en realidad, o en realidad veo lo que está en mis posibilidades el limitado tiempo que tengo hasta el destino. Todo tiende a ser muy distinto ahora y debo trabajar para agradecer precisamente lo que la situación me acerca de especial. Empezar a entender cómo es mi vínculo con Dios.

sábado, 28 de marzo de 2020

Ser íntimo

Bien amigos, acá mi mensaje: mejor que ser rico en algo es ser rico en varias cosas, y sobre todo rico en la medida que las exigencias se diluyen y se arma una vía para patinar sobre el propio yo. Quiero decir con esto que uno, en esas circunstancias, es capaz de ver en la versatilidad de una ola y acomodarse al ritmo que lleva. O algo así.

Y otra cosa que ayuda -lo veo en estos días de pandemia y reclusión- es estar atento a las necesidades más profundas. Y con esto quiero decir que en realidad uno está atravesado por una serie de necesidades falsas o impuestas por los otros. Mandatos. Exigencias instaladas que no vienen de lo recóndito de nosotros. Bien, diferenciar eso es útil: lo que viene de nosotros es importante. Y lo que viene de nosotros es algo que tiende a lo cristalino, lo que pasa es que vienen también corrientes oscuras; corrientes que parten de ciertos desamores, pero ellas no provienen estrictamente de nuestro Ser más íntimo. No, no, ese Ser es lindo, profundo, dulce y está dispuesto y a la espera siempre. Es un pequeño don indescriptible podríamos decir.

viernes, 27 de marzo de 2020

Me acuerdo de un mundo

Me acuerdo ahora de un mundo que no era un mundo demasiado lindo, ni demasiado disfrutable (al menos para mí, no para gente que tiene el don del agradecimiento -digamos- más aceitado). En fin, ese mundo, que era el conocido, hoy está roto y enfrente tengo miles de millones de oportunidades nuevas que me tienen entre miedoso y esperanzado. Al pie de un pálpito que tiene algo filoso -por el esfuerzo que entraña- y es profundo y límpido. Un corte en el medio del estómago, un tiburón que sale del agua para agarrar a su presa. Algo inusual. No hay duda.

jueves, 26 de marzo de 2020

Camino al pueblo

Esta es tu única salida permitida del día por el efecto de la pandemia. La humanidad está así ahora. Cayó la noche, vas en el auto, el aire es templado, la noche tremendamente quieta, fantástica, los grillos cantan, los plumerillos se mueven apenas. El camino de tantos días al pueblo. El mismo camino que ahora es lo mejor que existe. El camino ahora dorado, un imperio naciente, un palacio sagrado en lo alto de una inquietante cadena montañosa, el mismo camino tiene todos los atractivos, sí, sí, esculturas increíbles a cada costado. Un camino único. El camino que te enseña cómo son las cosas.

miércoles, 25 de marzo de 2020

El proceso del árbol

Veo un silencio sobre ese árbol y sobre ese otro, y veo un silencio incluso más hondo en el interior de su tronco, y veo la tranquilidad que se desprende de su presencia, la latitud que recorre el medio de ese tronco, y esa forma tan acelerada que sigue en mi mente veo, y busco las formas de aplacarla.

Tal vez el método sea estar sentado mucho rato, sentado hasta que todo atisbo de querer hacer algo, de querer después pensar en algo, desaparezca. Entonces tal vez aparezca algo nuevo que no puedo imaginar ahora. Un rocío en la palma de la mano de una humedad distinta tal vez.

Tener algo de paz

La iluminación pero antes la espera. Antes lo desconocido de uno, y antes también lo más conocido. Lo duro y tenso. La cultura de una preocupación sobre otra. Así hemos aprendido a armar nuestro cuerpo. Nuestra pobre armadura. Nuestra vegetación por sobre el cuerpo derruido bajo esas enredaderas que suben como suben por las casas viejas de un barrio que recorríamos perdidos en el punto crucial de la infancia. Después vinieron los paisajes invernales y las costas. Esas mansas costas con viento, rocas y arena con gaviotas. Franjas capaces de disolver lo sentimental de nosotros. En todo caso lo difícil siempre fue tener algo de paz.

martes, 24 de marzo de 2020

Duro metal convertido en camino

Encuentro con las rigideces. Volverse más versátil. Esas son todas palabras. Consignas. Deseos. Propuestas. El tema es "sentir" eso. Sentirlo hasta que sea propio. Algo adquirido. Para lograr eso no conozco otra receta que el esfuerzo, los días, las horas, una por una, miles y miles, cientos de miles de horas, en fila, a la espera, adentrándose en el cuerpo, trabajando en él hasta volver esa dureza algo más sutil, algo más blando. Lleva mucho tiempo y se requiere mucho ánimo. Y se necesita ciertas condiciones. Sobre todo mentales. Las condiciones, o lo que entiendo por condiciones, se limitan a tener cierta apertura; la suficiente para entender que no hay un discurso capaz de describir la existencia, que no hay "una" realidad, que no existe "una" filosofía. Ni siquiera existe un punto sagrado. Solo hay un montón de palabras que intentan sostener los hechos. Pero los hechos se amoldan en su propio espacio. Y a nosotros nos toca entender lo que sentimos entre los hechos y las palabras para construir nuestro propio camino.

lunes, 23 de marzo de 2020

Estos días

Pulir, pulir, trabajar, trabajar,
volverse uno un trabajo para uno mismo.
Veo estos días, y veo esta falta de mucho,
veo lo que no termino de entender bien.
Un oso polar por el hielo en apariencia interminable.


domingo, 22 de marzo de 2020

En proceso de revisión

Decía, cuando esos raros tiempos de tranquilidad ocurren, los perros se calman, los jardines vecinos están en paz, solo ese extraño lamento de las palomas torcazas se escucha, me adentro en un estado que tiene todas las bondades y luces del mundo romántico. Un estado de delicadeza que me permite abstraerme de la realidad y pensar en los relatos del siglo XIX o antes, esos tiempos en que casi no existían las máquinas y todo era lento, sugerido supongo, o más bien todo tendía a tener una conexión mucho más íntima porque lo lento -en mi mundo esquemático- supone una intimidad facilitada. En fin, debo revleer todo esto porque creo, una vez más para colmo, que he vivido víctima de una gran mentira.

Principio de acuerdo

Convinimos con dos amigos que es un tiempo para agradecer por algo y para pensar en las cosas útiles que nos puede traer este tiempo de aislamiento general. Por supuesto que sé lo que demoran esos cambios en la mente y eso realmente es lo que me da miedo -a lo que se suma el miedo natural por las circunstancias inciertas-.

En una situación de aislamiento, y en mi vida en general, en realidad lo que más miedo me da es mi incapacidad, desde el punto de vista espiritual, para soportar las frustraciones. Tal vez eso viene de una matriz cultural y filosófica propia del héroe dramático occidental que entiendo se encarna en uno a la primera oportunidad -y conmigo las ha tenido y aprovechado, es evidente-. Aunque también las almas sensibles en oriente tendrán sus tribulaciones... Me gustaría saber bien cómo operan en ellos y cómo reacciona su psiquis. 

Acá solo se puede salir al supermercado y ahora me toca hacer eso.

sábado, 21 de marzo de 2020

Estado actual

Cada uno en busca de lo productivo de sí mismo, cada uno como adorando un sol, una luna, una miel donde millones de abejas trabajan, cada uno en silencio contemplando a otros, muchos otros, unos cuantos que no resisten el silencio. Ellos a su vez nos miran extrañados.Y muchos otros, miles de millones en la calma momentánea que supone entregarse a lo que no se conoce, lo delicado de un instante que cruje. Un manzana cortada al medio. La torre cuando se cae.

Una vida hasta acá

Este tal vez sea un tiempo como para pensar un poco en todo eso que no nos deja pensar en cosas placenteras, en todo eso que tenemos acumulado no sabemos muy bien para qué, esos tiempos perdidos en renegar con cosas que no podremos cambiar de la manera que pretendemos cambiar. Creo que un gran porcentaje de mi vida la gasté en eso. En tratar que los vecinos se calmen, que las personas en las mesas vecinas no griten, en cosas así de estériles. Otro tiempo considerable lo gasté en atribularme con molestias autoprovocadas por la mente. Un fenómeno extraño y urticante que se me da muy bien y que ha tenido al menos la bondad de conducirme a través de cambios profundos que de otra forma seguramente nunca hubiese abordado. Y, finalmente, un tiempo -que en proporción no fue mucho- lo disfruté con conexiones fantásticas hacia las bondades de la naturaleza, con el perfil de la existencia, con un estar de forma realmente cercana a lo que el mundo es, a su intensidad y complejidad, a eso que tiene de fuerte y calmo a la vez.

viernes, 20 de marzo de 2020

Un tiempo

Ahora tiempo de detenerse en la meditación de los impulsos que nos aceleran hasta dejarnos subidos a una ola que supone ser la "ola ideal"; y por supuesto no lo es porque esa ola que buscamos no vive en una imagen que proyectamos como un sueño posible; esa ola vive en nosotros y nosotros le tenemos que dar impulso, sentido, forma.

Este tiempo de reclusión

No sé, tal vez este tiempo de reclusión nos traiga una manera reposada de pensar en las cosas que habitualmente no pensamos, y esencialmente sea una forma de adentrarnos en un ritmo que usualmente no tenemos, uno mucho más lento y acompasado con la naturaleza de las cosas, con lo fortuito que tiene todo cuando se empieza a relajar y el estar en el mundo finalmente, y sus capullos, empiezan a brotar, y uno es capaz de ver, de sentir o algo así, ese lento desarrollo, ese casi imperceptible avance, que en realidad está en uno en tanto es capaz de ver lo que antes no veía.

jueves, 19 de marzo de 2020

47 años

Finalmente cumplí 47 años, una edad considerable y que supone una madurez y una entereza que no termino de sentir, y supone otras cosas que debieran derivarse de esa madurez y entereza, y que por no existir con la fuerza que deberían, no llegan a estar presentes. 

Léase: debería, a esta altura, tener mucho menos propensión al egocentrismo, debería estar más relajado y tener más templanza, pero es difícil cuando uno ha fortalecido tanto un mundo dramático. 

Los cambios no son fáciles. Pero con todo existen algunos cambios -considerables me animo a decir- que sí pude hacer, y que suponen entender que lo esencial son los afectos y la red de contención que traen. 

Saber eso me ha dado una madurez y una entereza -aunque, como dije, no con el alcance que quisiera- que me ha permitido al menos cambiar mi vibración, mi estar en el mundo y, sobre todo, me ha permitido, acercarme al prójimo para que deje de ser un infierno y sea un cielo. 

O en otras palabras: entenderse con el otro para entenderse uno mismo. Un tema complejo porque exige ser capaz de organizar nuestra existencia, nuestro limitado mundo, de manera que las cosas dejen de representar un punto idílico -basado en mandatos- para crear un mundo íntimo y provechoso.

Hasta ahora siempre pensé que solo una gran obra, me liberarías ciertos límites incómodos. Algo tan importante como para sacarme de cierto agujero de rara opacidad. Algo capaz de elevarme. Un relato muy pobre pero muy estructurado y con una fuerza predicadora admirable. Un relato que por suerte tiende a menguar.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Un atardecer que perdura

Cae la lluvia mientras la gente en el barrio
busca las mismas respuestas de siempre:
un atardecer que perdura
sobre una maceta que se desborda
mientras ahora nadie grita (nadie dice nada
de hecho) ni los perros por fin ladran,
y los corazones de los esclavos -nosotros todos-
al menos por un minuto podemos escuchar
la lluvia en el suelo de nuestros balcones.

lunes, 16 de marzo de 2020

Historia oficial

Nací y no me pasaba la comida -tenía el píloro tapado, casi no podía comer.- Y así días de días. Creo que como cuarenta. Hasta que al final un médico llamado Gianantonio decidió operarme y me salvó la vida. Desde entonces viví condicionado por la proximidad de una angustia que me exigió sobreactuar la tensión. Es decir, desde entonces aprendí a imprimir tensión sobre el dolor para no caer de rodillas. Si caía, un extraño ángel con una espada -negro por lo desconocido-, me decapitaría.

Pero eso no ocurrió, decía, aunque me condicionó, como dije, y eso, que lo llevo todos los días y a cada instante -porque lo llevo en la respiración-, hace que mi cuerpo esté demasiado elevado -cuando estoy acostado inclusive-, y que no pueda distenderse lo suficiente como para quedar al ras del suelo -que es lo que pretendo cuando quiero relajarme- y hace otro montón de cosas (que van por la misma senda, digamos, de no tener demasiada confianza en las bondades de la vida).

Y sin embargo, hace unos doce años la virgen se me apareció de la nada mientras miraba las estrellas acostado en un jacuzzi en la casa de fin de semana de mi padre -una casa que uso con mi familia-, y al día de siguiente salvé providencialmente a mi hijo de dos años de morir ahogado -se había caído jugando en el borde de la pileta mientras apenas lo miraba desde la galería sin tomar real consciencia del peligro-.

Y ahora que cuento esto, advierto que tengo otros cuentos -montones de cuentos que algún día voy a contar con todo detalle- que demuestran de que he sido salvado fantásticamente por alguien en circunstancias igual de dramáticas, y sin embargo la sensación de padecer una profunda fragilidad persiste, y una sensación de tener una fuerza enorme también, lo que explicaría por qué vivo en un devenir dramático.


sábado, 14 de marzo de 2020

Un tipo especial de arte

Quisiera hablar del arte y para eso a la vez olvidarme por completo de lo que es el arte. Es decir, de esa manera creo que llegaría al fin a no saber los que es un objetivo -llegar al arte en este caso-, y de una manera muy natural -haciendo lo que me late- llegaría a un punto que sería como un arte, pero no se llamaría así, y no tendría ninguna forma demasiado conocida, y no estaría apegada esa forma a un sistema determinado de coordenadas que te meten en un tipo especial de poder.

O más bien sí habría un poder, pero sería un poder que vendría a mí y nada más. Sería un poder de uso estrictamente personal. Como cuando mi amigo H. descubrimos que podíamos ir a ese lugar en bicicleta y volver en bicicleta antes de que caiga la noche. Y lo que hacíamos no estaba del todo bien, no era sano más bien (cosa que después supimos mejor porque entonces no teníamos mucha consciencia de eso). En realidad, a nosotros nos parecía grandioso eso que hacíamos, y felices lo hacíamos. Y así sería exactamente este tipo de arte del que hablo, una cosa fundamentalmente inconsciente destinada a salir de los lugares donde uno debería esforzarse por estar si aceptase lo que se entiende a esta altura por arte.

Dios y uno

Me imagino que Dios
es algo que no existe
sino en la medida
de un esfuerzo continuado y arduo
destinado a dar con esa luz
que está en todas las cosas
pero no termina de entrar en uno.

viernes, 13 de marzo de 2020

Una escena diaria

Un mantel cae por el balcón para simular una muerte
que de ese modo no ocurre mientras
lo que es el mundo sigue la caída en silencio.

miércoles, 11 de marzo de 2020

Las necesidades definen al hombre

Al final, lo más interesante, con el paso de los años, es desarmar los discursos. Esas creencias que uno tenía tan bien agenciadas.

Digo esto porque, al hacerlo, uno descubre que, en su gran mayoría, esos discursos estaban armados sobre bases muy alejadas de lo que en verdad, desde el punto de vista esencialmente existencial, uno necesita.

En ese sentido, es increíble cómo cambian las cosas cuando uno puede abstraerse de ciertas convenciones, de ciertos mecanismos programados en la psiquis que se relacionan con objetivos más que con necesidades.

Es curioso ese proceso. Digo esto porque, cuando uno puede desarmar los discursos, descubre que lo que nos define son las necesidades, no los deseos. Nuestro rumbo sigue a lo imperioso. Lo más fuerte. Eso es lo esencial en los hechos.

Pero lo que ocurre es que los deseos, en un mundo que trafica tanto y tanto con ambiciones, tienen mejor prensa. Ostentan los deseos el lujo de representar una tierra prometida, algo fantástico y al mismo tiempo, a veces, algo que parece factible. Pero, como dije, son las necesidades, esos impulsos que nos exigen las entrañas mismas, los que terminan tomando el rumbo de nuestros días. Y así, en realidad, sobre esos potentes toros, damos nuestros pasos.

No hay que preguntarse qué desea uno. Hay que conocer bien a esos toros. Y para eso hay que ver dónde están nuestras cualidades a la hora de formular dinámicas en donde las acciones fluyan en terrenos amorosos (porque más allá de todas las necesidades aparentes la más real es la del amor).
Lo único que nos despega del suelo es eso, pero estamos tan contaminados por mandatos, y super temores de incumplir con esos mandatos, que no solemos confiar en la fuerza del amor. Y lo que pasa también es que para amar en profundidad hay que trabajar mucho porque el amor no es solo un sentimiento de entrega a otro, es mucho más, es también un terreno de sabiduría que exige la versatilidad suficiente para encontrar la justa medida a las situaciones. Y eso sabemos que es muy difícil.

martes, 10 de marzo de 2020

Los vaivenes

Cuesta entender los vaivenes de los días, la búsqueda (que la verdad es incesante), en favor de encontrar, no digo un propósito, sino un lugar al menos donde algo placentero -un sentimiento de paz por ejemplo- pueda ser sostenido.

Y con esto quiero decir: cómo cuesta dar con un lugar propio, con un mundo íntimo -por pequeño que sea- en verdad original. Sí, eso quiero decir... Que la gran mayoría de los lugares que toco o deseo en realidad le pertenecen a otros (y ahora caigo en la cuenta de que yo me compré el sapo de que alguna vez podrían ser míos).


lunes, 9 de marzo de 2020

Hay un mundo fuera de nuestro mundo?

Un punto útil puede ser dar con la idea (y machacar mucho con esa idea, -y cuando digo machacar me refiero a los días de los días-), de que al fin y al cabo no hay nada fuera de nuestro mundo.

Somos los únicos que creamos nuestros propios valores y armamos nuestras dimensiones para llegar a lo que tenemos

Deberíamos entonces ocuparnos de armar con mucho amor nuestro mundo; de eso nos deberíamos ocupar realmente. Lo que pasa es que es difícil vivir sin un registro específico que prescinda de lo que entendemos por la "valoración de los otros" y que muchas veces, en realidad, es solamente nuestro propio modo de ver las cosas lo que suponemos que piensa el otro -y acá volvemos al hecho de que nada de lo que podamos sentir o pensar se escapa a nuestra individualidad-.

De manera que existe un punto trágico en el hecho de que todas nuestra impresiones no salen de nuestra esfera sentimental -por decirlo de algún modo-, y el hecho de que las verdaderas dimensiones empáticas exigen interactuar con un otro que no termina nunca de acceder a la complejidad del mundo específico que tiene enfrente.

Es por eso que las miradas, los gestos tiernos, ayudan tanto.

domingo, 8 de marzo de 2020

Tejer la existencia

*
En realidad todo el tiempo, la vida, los días en general, y cada etapa a su modo, nos plantean dilemas, posibilidades, y a nosotros nos toca elegir, y esa es la cuestión en realidad impresionante que uno tiene ante sí -porque de eso depende nuestra suerte- y, como si fuera poco, en esas elecciones no hay un sentido contundente, sino una nueva instancia que abre otras posibilidades que, casi de inmediato, instalan otras opciones.

Y en el medio, la certeza de que hagamos lo que hagamos, la elección va a suponer un camino que no repetiríamos de manera exacta; la experiencia supondrá otro tipo de escenario, uno distinto y ya imposible (porque las decisiones estarán tomadas en determinados sentidos).

*
El camino de cada uno tiende a ser acorde con su temperamento, y el temperamento con las formas de pensar.

*
Prestar atención a los modos de pensar -y en especial a las cuestiones que privilegiamos a la hora de usar nuestra mente y ejercer nuestros actos- es útil para armarse un cuadro específico acerca de la existencia que estamos tejiendo.

jueves, 5 de marzo de 2020

Nada se mueve

Las nubes permanecen 

desde ayer próximas y pesadas. 

Nada se mueve.

 

No hay fuerzas para contrarrestar 

lo que se arremolina, renace y busca 

con impaciencia destacarse. 

 

Debemos ir hasta esas debilidades, 

conocerlas bien y en el medio del bosque 

esperar que el jabalí se muestre.

 

lunes, 2 de marzo de 2020

Identidad con las cosas

Una tarde frente a la posibilidad de entender el rol de los pájaros, la importancia de las montañas sobre el mar, la textura de la suave fuerza en la boca, la lisura de las piedras, el aroma de los pastos moviéndose abajo de los eucaliptos.

Hay razones para mirar eso mucho rato. Mirar el pasto sentado en una vieja silla. Ver esas pequeñas montañas y, además, a los pueblos entristecidos, a los niños dormidos, a los santos que sufren, en las pinturas y a las vírgenes también.

Ver las fascinantes historias. Imaginar cómo se escribieron las novelas, y ver a los teros, tensos, sobre el pasto, custodiándonos, generación tras generación, en el campo.

Y buscar lo que tiene un paisaje, eso colorido e infantil que tiene.

Y ver, los meses de los meses, los años de los años, en el ascensor, camino a un piso supuestamente seguro, la posibilidad de desmantelar los ruidos.

Y soñar así con estar quieto, en silencio, alejado de los discursos, contento con la igualdad, feliz con las cosas, feliz con los objetos, feliz con lo que parece no tener vida, y que sin embargo se vuelve una presencia, una cuña, un punto necesario, o al menos algo útil para entender mejor el amor.

En la tierra helada

  Pero a los pocos días, andando por el jardín de tu casa, pisé unas hormigas y aparecieron de nuevo las tragedias que podrían tocarme en la...