lunes, 30 de marzo de 2020

Escribir sin saber para qué

En mi caso la escritura comenzó por ser algo especial por el hecho de que un poeta era algo sagrado, lo más parecido a un Dios o a alguien venerable. Eso tiene, creo, relación directa con mi abuelo, con su amplia cultura, y sin dudas con el hecho de que era un hombre por entonces sumido en una depresión de años pero, aun así, un hombre que tuvo la delicadeza de copiarme a mano, con muy linda letra debo decir, un poema de Baudelaire que hablaba sobre una calle con tilos.

Después vino, según recuerdo, el hecho de que a mis diecinueve años un jefe que tenía me incitó a leer a César Vallejo y como mi jefe era un alto funcionario de la Procuración General, y sensible como yo, y como era parecido a mi abuelo -tenía una gran cultura- y, sobre todo, como yo era un joven permeable a cualquier discurso fértil para nutrir ciertas creencias acerca de mi especialidad, años después, apenas me casé debo admitir, me puse a escribir.

Y lo cierto es que me puse a escribir poesía porque era lo más fácil de escribir -al menos para mí-, y lo cierto también es que desde entonces comencé a copiar a los escritores que me gustaban, y lo cierto es que todavía no estoy nada seguro de que haya logrado algún tipo de voz original.


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