En mi caso la escritura comenzó por ser algo especial por el hecho de que un poeta era algo sagrado, lo más parecido a un Dios o a alguien venerable. Eso tiene, creo, relación directa con mi abuelo, con su amplia cultura, y sin dudas con el hecho de que era un hombre por entonces sumido en una depresión de años pero, aun así, un hombre que tuvo la delicadeza de copiarme a mano, con muy linda letra debo decir, un poema de Baudelaire que hablaba sobre una calle con tilos.
Después vino, según recuerdo, el hecho de que a mis diecinueve años un jefe que tenía me incitó a leer a César Vallejo y como mi jefe era un alto funcionario de la Procuración General, y sensible como yo, y como era parecido a mi abuelo -tenía una gran cultura- y, sobre todo, como yo era un joven permeable a cualquier discurso fértil para nutrir ciertas creencias acerca de mi especialidad, años después, apenas me casé debo admitir, me puse a escribir.
Y lo cierto es que me puse a escribir poesía porque era lo más fácil de escribir -al menos para mí-, y lo cierto también es que desde entonces comencé a copiar a los escritores que me gustaban, y lo cierto es que todavía no estoy nada seguro de que haya logrado algún tipo de voz original.
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