A partir de mis primeras experiencias, ahora recuerdo, este gran y culto funcionario de la Procuración General -un organismo que tenía un poder impactante y por lo tanto un atractivo muy marcado en mí-, me puso en contacto con otro funcionario, que también tenía un ritmo existencial sensible y atribulado, que, a su vez, me puso en contacto con un poeta consagrado para que tomase clases con él.
Y eso hice durante años. Iba a su pequeño y antiguo departamento céntrico y en ese lugar, imbuido de una consideración cultural fuera de serie, leía mis poemas y trataba de entender cómo mejorar mi voz, siempre obsesionado por saber si en realidad yo tenía o no tenía un talento inusitado.
Y este poeta consagrado me trataba de mejorar y al mismo tiempo de mantener con el suficiente entusiasmo como para que yo siguiese pagando por sus clases. Y en eso íbamos mientras los códigos culturales de occidente -con todos sus grandes escritores- se acercaban a mí a través él, este poeta consagrado, que según recuerdo, escribía en un registro parecido y logrado que tendía a repetirse.
lunes, 30 de marzo de 2020
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