viernes, 31 de julio de 2020

Apuntes para un cuadro

Hoy dediqué el día a ayudar a mi hija y a mi padre para ayudarme así, en una forma muy superior, a mí mismo. La fragilidad de los instantes en estos casos queda superada por momentos que se graban con ternura y que acá anoto para darles todavía más importancia, entidad, o como queremos llamar al punto.

Uno de los principales motivos a la hora de escribir tiene que ver con la posibilidad de rescatar del olvido las vivencias que, por supuesto, para uno son de lo más importantes y por lo tanto generan una pena enorme cuando, por decirlo así, suceden y pasan. Al escribir, de una forma la verdad que bastante relativa, uno pretende, o tiene la esperanza, de lograr cierto volumen, cierta fijación en los hechos, de manera de no perderlos así como así por el efecto del tiempo, y para evitar en especial después, en la práctica, que la memoria sea incapaz, porque no tiene tanta habilidad, de rescatarlos. También uno pretende ir más allá de los hechos y dar cuenta de cierta cuestión que a veces capta. De ciertas intuiciones o visiones que aparecen detrás de los hechos y que generan tanto asombro que dan ganas de compartir ese descubrimiento.

En este caso puntual, solamente puedo decir que llevé, esperé y traje a mi hija de donde ella quería ir y venir. Y que compartí con mi padre una caminata después de pasarlo a buscar por su casa. Son eventos insignificantes en sí a un nivel, digamos, narrativo, pero para mí están alojados en un punto anímico muy importante que es donde todo se nutre. Por eso ahora los anoto.

Tengo las imágenes en mi mente pero, como dije, temo que en un tiempo las podría perder.

Primer imagen: mi hija está contenta por la posibilidad de ver a dos amigos en una plaza. Aguardamos fuera del auto, en el frío, sin ningún sentido. Estoy con muchas ganas de ir al baño de manera que meo atrás de unos árboles porque en este tiempo es imposible encontrar por algún lado un baño.

Segunda imagen: Finalmente vamos en auto varias cuadras hasta donde están sus amigos -porque están demorados-. Los encontramos con sus barbijos negros en una esquina. Parecen felices. No puedo ver sus sonrisas pero claramente están contentos. Veo bien esa frescura propia de los adolescentes. Esa inocencia en transición hacia experiencias más amplias.

Tercera imagen: Paso por la puerta de la casa de mi padre. Él baja con su gorra, su campera, su barbijos, sus ganas de verme. Vamos a caminar por la facultad de Derecho. Hablamos de lo absurdo que fueron los años de estudio para uno y para otro en esa facultad. Me gusta hablar de eso. Vamos después por un barrio con embajadas y casas señoriales y hablamos de las ataduras que crean, a los supuestos beneficiarios, las grandes fortunas. También me gusta hablar de eso. Por último, vamos a buscar juntos a mi hija. Ella pasó un día inolvidable, nos dice apenas sube al auto. Creo que soy muy feliz por un momento bastante claro y contundente.

jueves, 30 de julio de 2020

Cariño

Mi hija, con sus carcajadas, me despierta a las cinco y treinta de la mañana porque, contra todos mis pedidos previos, sigue jugando con sus amigos en forma remota. Por supuesto que no sé bien qué límites ponerle en este proceso largo y tedioso de cuarentena -siendo que ella está de vacaciones escolares-. Me limitó a sacarle el celular.

Hace frío en el living. La chimenea todavía tiene unos leños crujiendo. Están encendidos apenas, lo mínimo. Las estufas de gas no alcanzan a calentar con este frío. Me quedó mirando un jarrón de cerámica que trajimos con mi mujer del norte. Tiene motivos diaguitas. Intento meditar. Meditar es no pensar en nada. O más bien, es concentrarse en algo para sentir mejor todo. Lo intento y como siempre termino pensando en algo. Pienso en una luz -la lámpara que ilumina el cuadro que estoy pintando en la galería-. Esa lámpara se encendió aparentemente sin motivo. Me pasó alguna vez algo parecido. O en realidad solo recuerdo una (y en circunstancias todavía más extrañas que ésta).

Después pienso en poner en palabras ciertas intuiciones que tuve en el último tiempo. Intuiciones acerca de la verdadera esencia que tienen las cosas. Me refiero al hecho de que existen veces que uno se aleja de las escenas conocidas y las ve en su esencia. Pero sería difícil de explicar todo eso e intentarlo le quitaría encanto al proceso. De manera que me limito a mirar un rato más ese jarrón. Es marrón, blanco y tiene un tono rosado. Tiene unos dibujos primitivos de unos pájaros. Afuera canta uno en plena noche y enseguida se calla. Un perro no para de ladrar a lo lejos. Mi perra me mira todo este tiempo en un acto que considero de un cariño supremo. Seguramente así debe ver mi esencia.

martes, 28 de julio de 2020

Una mujer poderosa

Sueño con una mujer poderosa, grande, tal vez ya estéril, una mujer sumamente proclive a conceder a los otros lo que no pueden tener ellos, gracias a que esta mujer, esta Madame como la llamo en mi corazón, tiene mucho, tanto que no tiene límites a la hora de manejar sus propios pasos sobre el centro del mundo.

En mi sueño, yo voy a estar con ella. Y ella me va a querer. Y juntos vamos a inaugurar un río. Juntos vamos a tener esas bonitas palmares detrás, y vamos a mirar los márgenes de ese ancho río, ese río que desemboca en el mar,  y vamos a ver, decía, desde su costa, los peces saltando en las aguas azuladas y, si bien ya vamos a sentir ciertas ganas, no nos vamos a tomar todavía entonces de la mano.

Y los torres al estilo moscovita van a estar por delante, y todos los regímenes más totalitarios del mundo van a resultarnos pequeños ante el enorme poderío que iremos armando en esos minutos.

Y yo deseoso, y todavía con ella de pie, mentalmente voy a estar junto a las lápidas de montones de antepasados míos varones y ellos, esos varones me van a dar la fuerza necesaria para finalmente tenderle la mano.

lunes, 27 de julio de 2020

Ahora llueve

Al fin llueve, todos los demás ruidos se aplacan,
todo lo que viví tiene ahora un sentido y vale la pena.

No soy más un infeliz, no soy un dramático.
No he perdido años de años por culpa de mi impericia
a la hora de sopesar la suerte que tengo en tantos sentidos.

Todo eso ahora no importa. Como tampoco importan
las rocas y más rocas en una playa de arena blanca.

Llueve y siento las gotas, millones
de gotas, suaves, en mi techo.

sábado, 25 de julio de 2020

Mañana de sol

Estamos con mi perra en la galería frente al jardín al sol,
ella olfatea el aire en busca de historias lejanas e intrigantes
y yo escucho el ruido lejano y apacible de la ruta.
Me transporto a mi adolescencia,
y de manera poco exacta a un lugar
de la ruta que une Montevideo con Punta del Este.
Es una curva a la entrada Piriápolis.
Atrás, veo los cerros, nosotros tal vez estamos
al costado de la ruta a la espera de alguien.
Más detalles no tengo, lo importante en todo caso
fue revivir momentos que no podría ubicar
del todo bien y mucho menos intentar describir.


miércoles, 22 de julio de 2020

Comienzo de la escultura

Dije que esto lo iba a contar algún día y creo que hoy llegó el día. Cuando estaba peor que nunca, en ese largo tiempo que tuvo la crisis de las crisis, el tiempo oscuro de todos los tiempos negros, una terapeuta, después de hacerme un test artístico o algo por el estilo, concluyó que debía empezar, siempre en un tren, digamos, terapeútico, a practicar, o estudiar incluso, escultura en piedra. De manera que me acuerdo bien que empecé a buscar por internet dónde podía estudiar escultura en piedra por el centro de la ciudad y resultó que no había más que un lugar, o en realidad un curso, y enseguida, cuando hablé con el profesor, me di cuenta de que en realidad tampoco ese curso tenía algún alumno pero, como yo terapéuticamente debía empezar a trabajar la piedra, ni bien el profesor se avino a darme solo clase a mí, es decir se cansó de esperar que el cupo de alumnos prodigiosamente aumentase, empecé a tallar una piedra.

Tallaba todos los martes de todas las semanas una piedra bastante grande que era muy dura y que casi nada se modificaba con mis golpes -yo trabajaba con una punta-, hasta que se hacía la hora -pronto por suerte me acompañó otro alumno-, y después me tomaba un colectivo -una rutina muy infrecuente en mi vida- que pasaba por la esquina del taller de escultura y me dejaba en la esquina de un taller de literatura donde yo tenía puesta todas mis esperanzas, digamos, existenciales.

El taller de escultura era de cuatro de la tarde a seis y media de la tarde, y el taller de literatura era de siete a casi diez de la noche. Después les voy a contar de ese taller, ahora prefiero contarles que, por arte de magia, o por obra de la providencia, o por ambas y otras muchas cosas fantásticas a la vez, un día que yo estaba tediosamente pegándole a la piedra sin lograr un avance significativo, noté, al principio con poco interés, que mi insistencia en golpear la piedra había generado una pequeña curva en ella, y que esa curva, en la medida que se perfilaba mejor, comenzaba a ser tremendamente sensual. De manera que continúe pegándole a la piedra, pero esta vez con cierta urgencia por perpetuar, por ahondar esa curva, por volverla simplemente lo sensual que ella podía ser.
Y a partir de ahí no quise que la clase se escultura termine, y a partir de ahí la clase literatura me pareció cada vez más pesada. Y todo en mi vida cambió.

martes, 21 de julio de 2020

Paseo con mi hijo

Salí con mi hijo a pedalear hasta el campo.
Día neblinoso y tibio.

Por un momento, volvió lo sufrido
durante noches de invierno cerca
de lugares casi vacíos donde la gente
buscaba de manera torpe a otra gente
y esas noches eran la continuidad de mis días.

No tenía más que dieciocho años,
ni tenía casi familia y rezar
ni siquiera estaba en mis planes.

Ahora todo eso cambió
pero algo viejo y descascarado
persiste en el fondo de un océano cercano.

Lo vi apenas en la pobreza de un barrio
donde la basura volaba hacia el campo.

Pero después milagrosamente noté
que un gran montón de basura en una esquina ya no estaba.
Y el mundo tuvo otro sentido, viró para otro lado.
Y sin embargo no había viento por ningún lado.

domingo, 19 de julio de 2020

La cabaña en la Selva Negra

Ahora creo que mi fascinación por la cabaña de Heidegger es otra de las típicas maniobras de la psiquis para justificar lo que ella precisa a un nivel muy primario. Esas necesidades tienen que ver con la "puesta en escena" -o autoconciencia- que cada uno ha hecho en la medida de sus posibilidades. Y cuando digo "en la medida de sus posibilidades", quiero decir en la limitada proporción de libertad que la crianza y el desarrollo nos dejan.

La familia, el entorno, la sociedad. Es sabido: poco es lo que podemos hacer fuera de esos espacios. Hacer el esfuerzo de derribar las paredes de esas casitas que nos armamos (incluso sabiendo que nunca las vamos a derribar del todo) es un primer paso.

A su vez, en mi caso particular, esa cabaña justificaría ciertas sensaciones de soledad y determinadas pretensiones en cuanto al valor de mi sensibilidad. Y justificaría cierto desapego por involucrarme con ciertas doctrinas o movimientos (y hasta mi falta de interés por ciertos espacios materiales). Es decir, esa casita, en varios sentidos, me viene bárbaro.

Lo más extraño es que ahora, incluso cuando veo la maniobra, me resisto a abandonar la idea. Es muy importante para mí tener algún tipo de cabaña. Me niego a abandonar mi idea acerca de la importancia de tener un espacio personal desde donde intentar conexiones con otros. Como sea, la cabaña es un tesoro. Se llame como se llame, adoro esa cabaña. O mejor dicho: soy esa cabaña, vivo de alguna forma para esa cabaña (y no me imagino la vida sin esa cabaña -que ya es completamente mía aunque no podría decirles bien donde está-). Esa cabaña es básicamente, fuera de datos concretos e importantes -familia, trabajo, amigos- la justificación de mi ser en el mundo, y es una justificación bastante endeble porque es muy particular y por lo tanto de lo más inasible.

Espero se entienda.

sábado, 18 de julio de 2020

Paseo en bici con mi hija y mi hijo

La fascinación por los paisajes.
Después de todo ahí está
y es, junto con los vínculos,
lo mejor que tengo. Lo mejor que tengo
son justamente los vínculos, sí, eso decía,
porque el paisaje es un vínculo, un lazo,
un lugar desde donde soy lo que tengo enfrente,
y ese árbol, amigos, ese canto,
ese plumerillo, el sol perdiéndose en el horizonte,
el sol bañándonos de cierta luz invernal,
todo eso, decía, es algo que está en nosotros
y nos sigue, y nos impulsa también,
y es algo que nos deja entender
que nuestro valor tiene que ver con las conexiones.
Desconocía profundamente eso.
O al menos nunca lo entendí tan bien
como hasta hoy amigos.

jueves, 16 de julio de 2020

Así era el inframundo

Veo perfecto esa voluntad. Veo las ganas
de abrir o cerrar la frontera.

Claramente veo la calidez corporal del cuadro.

Y también veo la fuerza que repercute en el paisaje.
Veo los límites, veo las formas tenues, casi perdidas,
casi extinguidas del todo, casi captadas en el entresueño.

Y veo ese río, ancho, verdoso;
la verdad: parece que sigue un curso potente.

Y perfectamente veo a los colosos.
Veo perfectamente que desde
el inframundo sostienen el agua.

Alguna vez, esos colosos estuvieron en la costa
de islas pequeñas y de camino al mar.

Esas islas, ¿las conocen?
Siguen abandonadas a la espera de más habitantes.
Personas que por suerte nunca llegan.

Sin ninguna duda, por eso en esas islas
cada cosa adquiere su encanto. Bah, es el tiempo
el que en realidad hace lo suyo. Es el tiempo
el que le imprime cierta extrañeza a las cosas.

Es el tiempo el que las sosiega.
Es el tiempo el que busca cierta opacidad.
Y desde la opacidad, desde lo oscuro,
va hacia otros rincones y les pone ciertos brillos.
Consigue a veces lo necesario
y lo hace incluso con las personas.

Y veo todo eso con sumo placer en el cuadro.

miércoles, 15 de julio de 2020

Tarot, El ermitaño

Cuando por sobre las aguas heladas
algo que podemos llamar corazón grandioso,
se alce para que lo veamos bien de una vez y para siempre,
díganle que no lo haga, díganle que no es necesario.

Díganle que no se adentre en nuestra memoria,
y desde ahí pretenda regentear nuestros días.

Díganle que ya están listos para oír cosas
que todavía no han sido dichas.

Díganle que solamente el dolido corazón de cada uno
las dirá ahora de una vez y para siempre.

Y tengan muy en cuenta que lo hará
según la naturaleza de cada uno.

lunes, 13 de julio de 2020

Pavese en mi casa

Esta tarde, antes de dormir una siesta,
leí una selección de poemas de Pavese.

Hacía mucho que no la leía
-la tengo algo arruinada por una inundación
que sufrió parte de mi biblioteca-.

Leyéndola tuve la imagen de cada instante
que pasé en una estación de servicio
de camino por el Piamonte este enero.

En esa estación me detuve con mi familia
para cargar nafta, almorzar y seguir viaje.
Una hora a lo sumo.

Había en esa estación un viejo, su mujer
y un hijo de mi edad-.La mujer -gestos elegantes-
miró a mis hijos con ternura, el hijo de mi edad,
atravesado por sus tensiones, estaba muy dedicado a su padre.

El padre sería, supongo,
un hombre de éxito material.

Me acuerdo muy bien de la secuencia.
Me acuerdo de los instantes.
Había cierta familiaridad entre ellos y yo.

Tal vez porque una bisabuela mía vino del Piamonte.
Pero ¿quién puede saber algo del alma si no sabemos
en qué se distingue de la mente?

¿Quién puede decirme qué es una conexión,
encontrarle un sentido, saber cómo algo trasciende?

domingo, 12 de julio de 2020

Todos los ángeles

Cuando las voces de todos los ángeles,
en las alturas de todos los cielos,
se calmen como hoy
se han calmado los perros del barrio,
ese día, vos y yo, juntos, de la mano,
libres por fin, ajenos a todas las variantes
que tiene la esclavitud -esa, la más odiosa,
la del espíritu, la del pobre infeliz que no se siente querido-,
ese instante, decía, vamos a tener que acostarnos
al lado del agua, y desde ese lugar,
con las olas llegando una a una a la orilla,
vamos a tener una familia feliz, unida y completa
y todo lo que hagamos de ahí en más,
no va a estar teñido por las fábulas, ni por los dogmas,
porque, vuelvo a decirlo, de ahí en más,
vamos a ser lo que podemos lograr,
e igualmente los ángeles guardianes
seguirán en el cielo
pero al mismo tiempo
los sentiremos mucho más cerca.

sábado, 11 de julio de 2020

Frente al cuadro de Tiziano La Virgen con el niño, Santa Dorotea y San Jorge

Ese manto que cae sobre la virgen
es capaz de calmarme 

gracias a que puede
aunar los colores delante 
del cielo y resumir así lo dorado 
hasta que sea

un pez entrevisto 
en el clímax de la ola, 
en parte azul, en parte 
verde.


viernes, 10 de julio de 2020

El manto de los dioses

Esa manera cariñosa de mirarnos,
esa forma de dotar a los surtidores de nafta
de la fuerza necesaria en la estación de servicio
abandonada y nunca perdida del todo,
nunca lejos de las hortensias que estuvieron,
como te debes acordar, en el recuerdo
de esos días alrededor del lago.

Tenía cisnes ese lago
y el tipo de rasgos románticos
que aprendimos a adorar en las colinas de Baviera
sin haber estado ahí más que dos o tres días.

Había una fuente cerca con una estatua
de un coloso y la mirábamos.

Todo eso está ahora
en el cuadro que vemos cada día.

jueves, 9 de julio de 2020

Acá con nosotros

Estamos acá en el borde del muelle.
Los peces saltan en una laguna
totalmente estática y a la vez plástica.

A medida que el sol se pierde
el frío gana fuerza.

Lo soñado está hoy,
solo por hoy, acá con nosotros.

Los vuelos circulares de los pájaros
son enormemente dulces hoy.
Y sus cantos y sus formas de posarse
en las ramas. Saltar una vez más,
ir por el pasto también.
No sabía que todo esto podía ser tan lindo.

No sabía que te podías acostar
así sobre el muelle y mirarme.




martes, 7 de julio de 2020

Esa luz

Una luz que se replica en el amanecer.
Un faro en el medio de la isla.

Esa compulsión por mirar la isla
la tengo desde chico y la sufro
tal como sufro la manía por
acelerarme con los pensamientos.

A veces, no llego a distinguir la diferencia
entre pensamientos y hechos.

Tal vez porque los pensamientos
crean los hechos, día a día,
minuto a minuto.

Qué hacer y qué no hacer.
Para eso pensamos.

Y así, esos mismos pensamientos,
nos acercan a los precipicios
donde están los sentimientos.

Y esos mismos pensamientos,
tan persistentes, tan volcánicos,
tan decididos a batallar,
pasan como autos y camiones
en una autopista de varias bandas
mientras los sentimientos permanecen
al costado, mudos, en el paisaje.

lunes, 6 de julio de 2020

Nos vemos en Laponia

Son las dos de la mañana ahora.
Hace frío y el cielo trae una suave garúa.
Después de ver un policial en Netflix,
busco en Wikipedia cuánta gente vive 
en Laponia.

Me gustaría verte en Estonia alguna vez
porque me gustaría recordar esos días de días,
tardes de verano en que pasaba un viejo
muy viejo en una bici, durante la siesta,
y gritaba Laponia, helados,
y nosotros corríamos con los billetes en la mano
-nos habíamos preparado bien para eso momento-,
comprábamos los helados de crema
y los tomábamos felices en el trampolín de la pileta
que para mí tenía agua siempre helada, límpida y celeste
y fundamentalmente querida.

Vos me mirabas poco mientras
tomabas parsimoniosa el helado,
y esas pocas miradas para mí
era un montón, y eso ahora es 
más de lo que era entonces.

domingo, 5 de julio de 2020

Entonces éramos jóvenes

Entonces éramos jóvenes
y ahora somos grandes.

Entonces estábamos llenos
de unas ganas bárbaras
de tocarnos mucho rato,
y ahora pasa lo mismo,
aunque de una manera distinta,
mejor en cierta forma, o mejor dicho:
solamente más sosegada.

Entonces vos me decías cosas
que a veces yo no compartía,
y ahora pasa lo mismo
pero con menos frecuencia.

Entonces yo tenía esos arranques
y ahora todavía los tengo
pero con menos frecuencia.

Vos tenías esa manera de mirarme
que todavía está en todos lados.
Por donde te veo o te busco
la encuentro. Da casi lo mismo.

Algo así me parece que pasa ahora
y así me parece que ha sido todo.

sábado, 4 de julio de 2020

Un verano de un tiempo atrás

Voy a hablarles acerca
de la idea de un sobreviviente.
La fórmula de un ejemplo.

La vida de un gato entre
guijarros en la playa.

Lo iluminaba
la luna espectacular 
de cada momento 
especial del mes.

Esa luna 
se posaba en el mar 
de esa playa 
donde el gato
pasaba sus días 
indefectiblemente 
impávido.

La indolencia de ese gato tendía 
a intensificar mis nervios
en la frontera de un país 
demarcado por las arbitrariedades
de los momentos históricos.

La idea de esa playa
todavía me persigue. 

Porque más que una idea, 
esa playa es un hecho y una realidad
mucho más intensa y particular
en mi mente.

Una mente a la caza y a la pesca
de un número indeterminado de imágenes,
secuencias, ideas vagas 
(algunas veces productivas),
que se deslizan 
a la par de la olas 
que tiene la playa.

Esa playa, la verdad, es algo espectacular.

Todavía es, o al menos 
lo era hasta la última vez que fui, 
un punto remoto. Y tiene lo que llamo 
un punto energético inmaculado. 

Pero lo que llamo así 
no vayan a creer
que es exactamente eso 
para alguien más.

No vayan a suponer 
que las cosas que me han quedado
grabadas son un hito fuera de mí mismo
-la noche esa en Pisa por ejemplo:
la ciudad estaba quieta por el frío
y por esas suertes 
lo viví de esa manera 
y nadie más-

y eso
me ha hecho creer 
más en mí mismo 
que en cualquier idea o impresión.

En fin,
la vida del gato 
tal vez debe ser así,

y tal vez por eso 
su indolencia
me irrita tanto

en esa playa

que imagino
todavía espectacular 
para que adquiera
más fuerza.

jueves, 2 de julio de 2020

Vos Dios

En la quietud de la noche fría y silenciosa
que tanto quise y pocas veces vino,
ahora que ella está por fin conmigo,
hoy mismo, en este momento,
siento una ganas bárbaras de ser
escuchado solamente por vos
Dios de las alturas que casi nunca escuchás,
nunca sentís nada
y nunca das ánimo fuera de ese tipo
de señales inciertas que debemos interpretar
lo más a nuestro favor que podemos
porque vos, Dios, solamente estás,
en lo que a nosotros concierne,
en nuestro corazón, dado que todo depende
de nuestro esfuerzo a la hora de acercarnos
a vos, Dios, que permanecés en el trono frío de la noche
espléndidamente inmaculado por un silencio
que muy de vez en cuando quiebran unos
grandes perros a lo lejos,
y vos, Dios, sin decirnos nada, atento
a los sufrimientos y alegrías que tenemos,
nos dejás seguirte 
a vos Dios que a su turno, has hecho el universo,
y desde entonces ves cómo él,
tu cuerpo glorioso, y se expande.


miércoles, 1 de julio de 2020

Octubre en Edimburgo

Salimos del azul para adéntranos en el verde
y después en el blanco y enseguida
la fascinación del magenta
y así vienen el violeta y el amarillo dorado
y enseguida las formas. Así se perfilan,
hablo en especial de los pinos, oscilantes, altos,
y árboles desconocidos podados, mucho más enanos,
fascinantes junto al cartel.

No habrá milagros hoy, decía ese cartel.

En el fondo estaba el cielo.
Y por todos lados, familias deseosas de airearse.
Era el mediodía de un domingo.

Lo quiero pintar ahora.
Y lo quiero pintar
porque lo vivido esa tarde debió
quedar en muchos lugares.
No solamente en nosotros.

Todo eso merece elevarnos
mucho más de lo que estamos.

Toda esa tarde en ese lugar
debió haber sido puesta en algún
tipo de iglesia para que muchos,
en el entendimiento de lo vivido,
adoren como nosotros ese día
y ahora, y por mucho tiempo,
al igual que nosotros,
se den ánimo, amor, fuerzas.

Y se lo cuenten unos a otros.

En la tierra helada

  Pero a los pocos días, andando por el jardín de tu casa, pisé unas hormigas y aparecieron de nuevo las tragedias que podrían tocarme en la...