martes, 30 de junio de 2020

Así es el arte

No quiero dejar de contarles
que hoy, tarde nublada y fría,
los pájaros misteriosos
que vienen todas las tardes y se posan
en los grandes álamos carolinos
se pusieron a cantar como todos los días
pero esta vez, tal vez porque
había un silencio inspirador,
se sintieron como nunca antes,
y seguramente por eso distintos pájaros:
un cardenal, varios zorzales, horneros,
calandrias, y un extraño pájaro carpintero,
se sumaron a ellos, y claro,
yo me puse a pintar, y ya no tuve dudas
acerca de lo endeble de mi técnica,
ni de su valor improbable.

lunes, 29 de junio de 2020

Así será

Más de treinta años ya
acechado por la misma obsesión
que se adentra en el cuerpo,
en mi cuerpo como si mi cuerpo 
no fuese mío, como si se tratase
de un territorio apto para ser tomado
y desde ahí colonizar muchos más espacios
y también, luego, 
tomar el mundo, el universo entero.

Esta obsesión de la que hablo
solo cede ante el silencio.

Por eso busco el silencio.
Lo idolatro, lo necesito. Lo adoro.

La tierra entera será mía el minuto 
que pueda convertir al silencio 
         en algo propio.Y así será.

Flamearán las banderas
de todas las murallas
y caerán de pronto esas murallas
y estaré ahí para ver
esa fugaz caída.

domingo, 28 de junio de 2020

Cielo gris afuera hoy

Hoy el cielo está cubierto.
Son las 0 40 ahora. Salí con mi perra
a mirar los robles de la entrada de la casa.
Como otras veces, miré el cielo
intentando no pensar en algo,
y siempre pensando en algo,
pero así es la cosa.
No hay quietud fácil.

No hay esfuerzos que puedan
servir a esos fines, supongo.

De hecho, tengo un montón de cosas
que me gustaría decir, escribir acá,
cosas que tienen que ver con ciertos
descubrimientos sobre la vida
de este último tiempo.

Cosas como lo improductivo y triste
que es dedicarse a lo que otros piensan
que vale la pena sin uno siquiera sentir
la más mínima pertenencia a los lugares
donde se ponen años de esfuerzo.
Algo así pensaba.

Y pensaba que la vida de cada uno está
perfectamente explicada en sus detalles.
Y ojalá pudiese decir esto mejor
y que así, mejor expresado, no quede dicho
en un modo sentencioso o teórico
porque ahí es cuando la aproximación
se vuelve pesada.

En fin, ojalá pudiera hablar
cabalmente de esos robles,
del efecto espectacular que tienen
sobre el cielo gris, y de la calma que hay hoy.

Ojalá pudiera hablarles de la casa de al lado
en construcción, detenida, expectante
y pudiera de alguna manera expresarme
acerca del efecto que la búsqueda
de ese detenimiento tiene en mí.


sábado, 27 de junio de 2020

Hacia los hermosos galpones

Esta vez fui en bici a los galpones
con mi amigo W.
Le expliqué la fascinación que tienen
y él pareció compartirla. De hecho,
me ayudó a sacar unas fotos
(las suyas muy buenas).

En el camino de ida y de vuelta
hablamos de las cosas que nos pasan
y tiene que ver -una vez más-
con la posibilidad de no fijarnos metas
o deseos demasiado ampulosos,
en no adentrarnos en esquemas que nos exceden
y otras cosas de sentido común
que, en la práctica, son difíciles de lograr.

En especial, porque pareciera que las grandes gestas,
los grandes deseos, negarían el hecho de que,
fuera de admirar esos hermosos galpones,
y estar cerca de los seres queridos,
no hay mucho más para hacer en los años,
décadas y más décadas, que con suerte sigamos
en esta tierra sin saber bien por qué ni para qué.

Lo importante en todo caso es caminar
por un camino de campo
con las bicis al costado y seguir
hasta que el sol y el paisaje desaparezcan,
y uno quede en la oscuridad
y con esas dudas que permanecen.

miércoles, 24 de junio de 2020

Un pony en el auto

Quiero explicar lo que para mí
explica tantas cosas.

Cuando acá en mi país,
se decretó la cuarentena obligatoria,
de un momento a otro, muy rápidamente,
nos vinimos con mi familia a la casa
de fin de semana con las pocas pertenencias
que el momento nos permitió llevar.

Todo estuvo cerrado los siguientes días
salvo los supermercados y las farmacias.

Así que en la farmacia del pueblo 
esos primeros días
compré una colonia barata 
que desde hace tres meses
me pongo cada noche antes de dormir.
con el sumo placer
de los bienaventurados 
que ven a los dioses.

Feliz día del padre

Hoy volví al campo con mi hijo.
Día del padre. Hermoso dibujo de mi hija
-un delfín saltando en el mar-, muy tierna la carta de mi hijo.
Regalo y dedicaciones de mi mujer.
No es necesario adentrarse en el drama para vivir
la vida, me digo. Y no es necesario creer
que la belleza no puede ser amorosa, contundente
y fresca como una rosa en el primer minuto después
de la salida del sol. Y aun así, no ser cursi,
ni la rosa, ni el minuto, ni uno mismo
-lo tan temido en mis entrañas-, porque,
en verdad, ¿qué quieren que les diga?
La gran mayoría de mis creencias
fueron una gran pérdida de tiempo,
como son una pérdida de tiempo
las grandes creencias de todo el mundo.
Digo esto porque se entroncan las creencias
unas con otras en función de sigilosas maniobras
para no asumir el vacío que hay
entre esas estrellas que ahora miro
y el lugar de uno en este mundo.

Estoy junto a mi perra,
los dos en el frente de la casa, atentos al silencio,
en el medio de una noche apenas fría,
en este lugar donde lo más cierto es la posibilidad
de estar con mi gente e intentarlo con más gente.
Y créanme, llegar a eso no es un camino fácil,
ni recto, ni siquiera medianamente preciso.

Pero ese camino empieza por mirar el sol
escondiéndose detrás de los árboles,
tal como hicimos hoy con mi hijo.
El cielo estaba a los pocos minutos
tremendamente naranja, y ese naranja
se reflejaba en unos charcos provocados
por las huellas de unos camiones.
Sí amigos, esa oscuridad ponderaba
los reflejos que iban directo al color entre las nubes.

martes, 23 de junio de 2020

Seguimos

Esto, en cierta forma, fue todo
como lo que me imaginé
al inicio de esta cuarentena, allá por el veinte de marzo.

La extensión de este extraño aislamiento iba a ser largo
-recién entrábamos en otoño- y la dichosa vacuna
no iba a aparecer por mucho tiempo y el virus
iba a seguir transitando
.
Estoy entonces, me dije, frente a la oportunidad
de aprender muchas cosas,
cosas nunca aprendidas hasta ahora, rematé.

Hoy veinte de junio, tres meses después,
no sé si aprendí mucho más de lo que alguna vez
pude aprender, pero al menos puedo decir con certeza
que hay una bandada de pájaros que vienen
a las cuatro y cuarto de la tarde
y se quedan por espacio de cuarenta minutos,
en la copa de un álamo carolino inmenso,
pelado, en las ramas, cantando.

Son negros, simpáticos, medianos podría decir,
y hoy los filmé por espacio
de treinta segundos a ver si un amigo
que vive en el medio de Entre Ríos
me pueden decir de qué especie son.

lunes, 22 de junio de 2020

Amor fati

Amigos, con mis cuarenta y siete años
la gran novedad es que, mientras estoy acá,
en el día del padre, implicado en el bullicio
y la música de un vecino,
sentí por primera vez en mi vida,
después de dos copas de vino,
-y no recuerdo haber sentido algo
así alguna vez- que podía soportar
lo que me tocase porque era intocable,
intocable a ciertos movimientos,
disconformidades, budas inalcanzables
y molestias.

Estaba por fin más allá de esos bajones
en un lugar sin embargo no especialmente alto,
ni rutilante, ni glorioso siquiera.
Un lugar donde mi importancia decrecía
y lo externo quedaba en el centro del pecho,
adquiría la imagen de un grillo
-esto no sé bien por qué-,
y se volvía dorado,

Sí, amigos, ese lugar lo tuve en el pecho
unos pocos segundos.
Y lo busco de nuevo.

domingo, 21 de junio de 2020

Volví al campo con mi hijo

Volví al campo con mi hijo.
Como los últimos días llovió bastante,
se armó un clima de aventura gracias al barro
que había en el camino.
A la vuelta pasamos por el monumento
que rememora la masacre de Fátima.
Le dije que por qué no nos sacábamos algo
del barro en las suelas en las rejas que están
a la entrada de ese pequeño y poco esmerado
monumento. Me respondió que le parecía
poco considerado hacer algo así.
Supe de inmediato que a sus catorce años
ese hijo mío está salvado de todos
los males que pudieran existir en el universo
y me congratulé por eso.


viernes, 19 de junio de 2020

Círculo luminoso

Es como les decía amigos,
mi hija hoy me agradeció por lo que le enseñé
que en realidad es lo que ustedes me dijeron,
y que por lo que también ustedes mismos dicen, 
es lo que otros les han enseñado.

De modo que es evidente, 
-y ustedes también me lo han dicho-,
que se puede ser parte de un círculo
luminoso sobre la faz de esta Tierra,
que cada vez está más poblada  
y que espero así tenga al menos, 
de parte tanta y tanta gente,
alguna delicadeza como la que ustedes
han tenido conmigo
y otros tuvieron con ustedes.

Es raro. Veo ahora de hecho
el círculo luminoso sobre un fondo
oscuro y en partes verde.

La fuerza de esa luz crea un fuego
que es una manera bondadosa de darnos
una curación evidente
en el interior mismo del cuerpo
para de esa forma ser más livianos
y volar sobre la Tierra.

jueves, 18 de junio de 2020

Volví al campo

Volví al campo.
Esta vez con mi amigo W.
Hablamos casi todo el tiempo de cosas personales,
las historias de nuestros ancestros y después
las historias de uno, esos asuntos que valen la pena.

Dije bastante acerca de mis inseguridades
deseos insatisfechos y ampulosas cosas escondidas
que después, cuando se supera el miedo a decirlas,
muestran dimensiones muy diferentes
a lo que eran en la mente.

Sí, he notado que esas cosas por fin,
una vez dichas, pierden su estatura,
ferocidad e impulso y terminan
mostrando arranques cada vez más infantiles,
hasta que lo sostenido entra en una fase de deshielo
y el estado cambia, cierta curación llega,
y se establece algo.

Al final del día, le señalé a mi amigo
el sol perdiéndose en unas nubes.
Las vacas pastando debajo seguían inmutables.

El final del día en invierno
tiene un encanto porque
lo frío y lo opaco auguran un tiempo
que prometen en su profundidad
un renacimiento.

Un renacimiento en vida,
lo máximo que podemos aspirar.

Algo así pensé en ese momento
pero por supuesto no fui capaz
de decirlo porque ese tipo de cosas
no se dicen fácil entre los amigos.

martes, 16 de junio de 2020

Un dragón de Komodo


Dormí, como casi todas las noches,
con una actividad cerebral intensa.
Mi cuerpo se acelera porque la mente
capta demasiado durante el día.

La pobre queda excitada y no logre tranquilizarse
incluso avanzada la noche -las imágenes incongruentes
se suceden y se repiten obsesivamente-

Noches así suelo amanecer eléctrico
aunque de una forma muy distinta a cuando era joven.

Debo intensificar los ejercicios de relajación.
Pero me cuesta y en un punto no sé si quiero;
ese camino se parece al destino de un ser indolente
(aunque podría ser también visto
como alguien calmo y sabio).

Lograr esa atención máxima en favor
de experiencias del tipo místicas
en verdad no sé; no puedo ver si después ellas
podrían ser tamizadas por una mente
simplemente aletargada.

Me genera sospechas la idea
de que existiría algo idílico y permanente
donde uno podría ubicar su consciencia.

Volverse un ser luminoso. Volverse alguien
no condicionado por un cuerpo atravesado por deseos
me hace pensar en un dragón de Komodo al sol.
Un dragón imponente en su quietud insondable.

En fin, ya anochece. Voy a disfrutar
los últimos instantes del día.

domingo, 14 de junio de 2020

Hoy no volví al campo

Hoy no volví al campo.
La lluvia y tareas de la casa me retuvieron,
cosa que me vino bien porque así fue como
invité a mi hija a caminar,
hablamos de nuestras vidas como otras veces,
y en realidad -lo más importante-
me puse a pensar que casi nunca les hablo amigos
de las cosas más queridas de mi vida,
mi mujer y mis hijos, mis afectos,
las construcciones que siempre me han salvado,
y que en verdad son las razones principales
por las que puedo ver esos enormes galpones
llenos de gallinas y descubrir en ellos
un punto intrigante del que nace un cuadro.

Pienso de manera bastante frecuente
en los cuadros de las madonnas
y pienso en el encanto que pudieron tener
para quienes los hacían. No tengo en claro
si era un tipo de industria religiosa que volvía
apáticos a los artistas, o bien hubo
muchos que en esos condicionamientos temáticos
encontraron el trampolín para llegar más lejos,
y sobre todo dudo si hoy por hoy
no estaremos pintando cuadros
de cierta belleza y no nos damos cuenta.

sábado, 13 de junio de 2020

Vuelta al campo

Después de dos días
volví al campo en bici.

Me demoré tal vez demasiado
con trabajos diversos
y supuestamente productivos.
Lo importante es que al momento de la caída del sol
estaba en esa calle de tierra adentrándome en el campo
iba hacia los grandes galpones que se iluminan
apenas cae la noche para que esas
pobres gallinas sigan produciendo.

El espectáculo es tremendo por dentro
pero eso solo yo me lo imagino porque
lo que veo se reduce al exterior,
y el exterior guarda un encanto inmenso
que enuncia una calma sensible
con un olor circundante fuerte y asqueroso,
unos árboles, entre ambos galpones, en hilera, sin hojas,
un pasto muy verde, muy intenso realmente,
y atrás un cielo, en este caso gris,
que dejaba ver también, a cierta altura,
un rosado que estallaba detrás.

Miré bien todo y vino a mi mente
el recuerdo en Uruguay de los puteríos,
supongo porque ahí también
había algo encantador y a la vez espeluznante.

Después, ya de noche, me subí a la bici
y emprendí el camino de vuelta.
Apenas veía el camino a mis pies
y la sensación de estar pedaleando en el aire
me hizo concentrarme,
y por un momento pude sentir
que era un hombre despreocupado que vive sin pensar.
El tipo de estado que tanto buscaba
y que enseguida se vio cortado por un pensamiento.


viernes, 12 de junio de 2020

Esos antiguos pecadores

No pude hoy ir al campo
pero confío en volver mañana.

Tuve que ir a trabajar a la ciudad.
Sesenta kilómetros me separan de mi vida habitual.
Sesenta kilómetros que por primera vez en ochenta días
estaban llenos de autos y de tensión.

Hace más de veinte años que trabajo en ese hospital
y hace relativamente poco que ese lugar
en mí funciona como un espacio
de sosiego y a la vez de tensión.
Antes era casi todo tensión.
De hecho, la tensión, ahora que lo pienso,
define la mayor parte de mi tiempo.

He vivido desde siempre
en medio de grandes tensiones
y los pocos momentos realmente buenos
son los que me alejo de esas molestias.

Como cuando estoy en iglesias antiguas,
bellas y dominadas por el silencio.

Esas iglesias que reparaban
las almas de hombres que,
intrigados por la fuerza de la penitencia,
conseguían la manera de volver a pecar.

Algo parecido me pasa a mí.
La tensión tal vez aumenta
mi capacidad de sentir la belleza.

Hoy, al menos, ya de noche,
agarré la biciy fui hasta el pueblo
a comprar un kilo de uvas.

A la vuelta,
un pequeño búho voló hacia un árbol desde la calle.
Me detuve a verlo y me miró.
Su belleza se fijó en mi día.

jueves, 11 de junio de 2020

Enormes galpones llenos de gallinas

Día en cierto aspecto insípido porque no fui al campo.
Y al mismo tiempo, esa falta me hizo querer
como nunca antes volver al campo.
Así funcionan las cosas amigos.

Trabajé en cosas que supuestamente me preocupan
y al mismo tiempo me permiten
tener los niveles de angustia
amarrados a cierto espacio.

Algo parecido a lo del campo.
Gracias a ciertos grados conocidos de angustia,
no llego a los grandes niveles de angustia
(algo que se dispararía si no llegase
a tener algo específico que hacer).

El arte, que a lo largo de mi vida ha sido un motivo
de empeño, no ocupa ese lugar
porque no está vinculado a una actividad
redituable o mínimamente reconocida.

Lo grandioso que tiene el arte en mí
-su libertad absoluta, el no responder a un público-
es al mismo tiempo su mayor límite,
y exactamente por el mismo motivo.

Lo importante en todo caso
es que vuelva al campo.

En ese punto no existen dobleces.
Quiero ver esos enormes galpones
atiborrados de gallinas,
verlos en el momento en que llega la noche
y las luces internas y silenciosas se prenden.

martes, 9 de junio de 2020

Un encantadora mancha negra

Vuelvo otra vez al campo. Esta vez más temprano.
Salgo antes de la cinco de la tarde.
El campo sigue en su otoño intenso,
el sol declinando, los pájaros en busca de sus nidos.

Como los días anteriores, trato de concentrarme
en no pensar en nada en particular.
Y como los días anteriores fallo.
Las ocupaciones de mi vida se parecen.
Muchas son encontrar una piedra en el zapato
y sentir esa piedra, día y noche, noche y día.

Medito mucho sobre las piedras, se puede decir.
O en este caso, medito mucho sobre la distancia
con mi madre, y sobre cómo un padre
o una madre pueden resultar tan lejanos
cuando han estado desde el principio.

Después de mucho andar, me bajo de la bici.
En ese lugar el campo es más amplio.
Solo está el campo y eso me gusta.

Unos pájaros -varios, muchos en verdad-,
negros y pequeños, forman en el aire
una mancha negra y bastante perfecta.
Gloriosa en su redondez.
Y pienso en mi familia, pienso en los supuestos dramas
en los que profundamente participo,
y pienso en los pájaros que eligen volar juntos
hasta formar esa mancha negra que es tan fantástica
como los galpones en donde las gallinas
son explotadas un día tras otro.

lunes, 8 de junio de 2020

Un cuadro fantástico

Vuelvo al camino por el campo.
Casi anoche hoy también.
Me gusta esta hora para ir en bici.
Me gusta hacer ejercicio cuando cae el sol.
No hay gente, el día es templado y gris.
Los graznidos de los pájaros se van espaciando.
La hora en que todo languidece, el momento
que precede a lo oscuro; me gusta.
Cruzo una ruta por la que casi no pasan autos.
Sigo por el camino -que a esta altura se ensancha-
y veo a mi derecha unos árboles sin hojas,
van en una hilera que sale perpendicularmente.
A los costados de esa hilera,
veo dos galpones de iluminados por dentro.
La imagen es un cuadro.
Adentro las gallinas son explotadas
 -nunca se apagan las luces así continúan poniendo huevos-,
y sin embargo, o tal vez gracias a eso,
el cuadro es fantástico.

sábado, 6 de junio de 2020

Grandes fieras al acecho

Voy en bici por el campo 
mientras anochece. 
Al silencio, lo interrumpen 
los perros.

Los ladridos en el medio de la nada 
y en todas partes, me crispan los nervios. 

Las noches de luna llena
-y hoy hay luna llena- alteran 
los nervios de los perros

y ellos los míos.

El caso es que la luna 
es fantástica, y los perros 
están lejos.

De manera que me concentro 
en la luna, en el campo
y en la manera de no pensar.

Un tema recurrente 
que no domino.

Unos pocos segundos 
alcanzo a concentrarme 
en lo que veo y escucho, 

y enseguida un pensamiento 
viene,

-mi mente no descansa 
porque no tiene el hábito-.
 
Pero esta vez 
el impulso continúa 
porque la luna arriba
ilumina el camino 
y a mi cuerpo.

Así que dejo la bici 
y sigo mientras 
unas vacas a los costados 
andan entre los cañaverales,

y el ruido que hacen 
-como si fuesen fieras 
acechándome- 
me mantiene concentrado
en la paz que permanece.

miércoles, 3 de junio de 2020

En un campo helado

Estoy en un campo helado.
Hace años que no escribo y esta vez 
pienso en escribir algo en el frío con la ayuda de un palo.
Escribo cosas en un idioma extraño que no reconozco 
pero la caligrafía -que es lo que me interesa-
es gloriosa. Se trata de un idioma
que tiene trazos simples,
dibujos infantiles que arman
un paisaje delicado 
y al mismo tiempo claro.

Sonrío. Unos patos pasan graznando,
el viento mueve apenas los árboles,
el sol aparece en el horizonte.
El recuerdo de tu cara cuando eras joven está conmigo, 
y yo estoy con vos.
Nada de lo hermosamente vivido volverá a pasar ya.
Y sin embargo ahora estoy bien.

En la tierra helada

  Pero a los pocos días, andando por el jardín de tu casa, pisé unas hormigas y aparecieron de nuevo las tragedias que podrían tocarme en la...