Amigos, con mis cuarenta y siete años
la gran novedad es que, mientras estoy acá,
en el día del padre, implicado en el bullicio
y la música de un vecino,
sentí por primera vez en mi vida,
después de dos copas de vino,
-y no recuerdo haber sentido algo
así alguna vez- que podía soportar
lo que me tocase porque era intocable,
intocable a ciertos movimientos,
disconformidades, budas inalcanzables
y molestias.
Estaba por fin más allá de esos bajones
en un lugar sin embargo no especialmente alto,
ni rutilante, ni glorioso siquiera.
Un lugar donde mi importancia decrecía
y lo externo quedaba en el centro del pecho,
adquiría la imagen de un grillo
-esto no sé bien por qué-,
y se volvía dorado,
Sí, amigos, ese lugar lo tuve en el pecho
unos pocos segundos.
Y lo busco de nuevo.
lunes, 22 de junio de 2020
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