jueves, 5 de junio de 2025

Una vez levantado

Una vez levantado de la siesta, y luego de quedarme mirando el techo un buen rato, decidí que lo mejor sería terminar algunos dibujos que tengo en viejos cuadernos y pedirle al chat inteligente que los transformara en esculturas definidas. Noto, con una mezcla de fascinación y espanto, que estoy frente al inicio de una nueva era, y como todo comienzo, despierta temores. Algunos más fundados que otros. Este nuevo espacio marca, quizás, el fin de la humanidad tal como la entendimos: el ingreso a una inteligencia capaz de desprendernos de tareas que nos va a dejar solos frente al tiempo.

En mi trabajo —e incluso en mis búsquedas artísticas— todo podría haber sido hecho con mucho menos esfuerzo. Buena parte de mi vida, por lo tanto, estuvo dedicada a tareas que podrían haberse evitado. ¿Qué habría hecho, en ese caso? ¿Lo mismo, pero en mayor escala? Lo dudo, o al menos no tendría demasiado sentido. Si imagino ese tiempo liberado, siento un miedo profundo al vacío. La falta de objetivos claros siempre me ha inquietado. El estar sin una ocupación. Sin una exigencia. Todo eso me parece funesto. Un llamado a una desgracia. Asocio el ocio con las desgracias, podría decir. Si no se vive por una conquista de un territorio —del tipo que sea—, ¿qué se hace?

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