Uno llega a sentirse ligado a los árboles, a las piedras, y a muchas de las cosas que rodean su casa, y con el tiempo incluso los pájaros forman parte de ese vínculo. Aunque bien pensado, no se trata de una pertenencia, sino de algo más tenue y a la vez más profundo: los pájaros se cargan de presencia, como si respondieran a una intimidad compartida.
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