sábado, 30 de noviembre de 2019

El pueblo de los ancianos

Quisiéramos saber cómo 
los dioses nos pueden 
devolver la alegría 
que teníamos 
hace mucho

cuando la expectativa 
era tan fuerte que rondaba 
al inicio de lo no vivido 
pero sí vislumbrado

y esperábamos 
encima de la opacidad

que imponen los días 
cuando sobrevienen.


La ola tan anunciada

Supongo que la escritura es una manera de ejercitar cierta voz. Ejercitarla hasta que comience a decir las cosas con los modos que exige el tiempo en el que son dichas.

Un reloj que finalmente adquiere la hora del mundo.

A fin de cuentas, no hay mucho más allá del hecho de que estamos a la espera de una gran ola que ha sido anunciada. Y sobre el papel la queremos describir. Pero no llega.


viernes, 29 de noviembre de 2019

Días de juventud

Esos fantasmas todavía en los campos, en las playas, incluso en una soledad que no se detiene. Un respiro claro y último.

Las bondades de los pájaros nos quedan en esos casos. Y los comienzos. Los nuevos impulsos y los recuerdos; los días de invierno en pleno desierto. Un lugar árido e intenso que debía ser caliente pero estaba frío. Una obra de arte más fascinante que las de un museo. La torpeza esos días la dejábamos de lado y nos íbamos arriba, hacia las montañas donde lo terroso y lo rojo, lo oscuro y blanco era frío y salvaje. Y también un poco nosotros.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

En mitad del negro

El tiempo y sus razones, su levedad
y el hosco carácter que exhibe.

Nos transmite a veces el día
y otras veces, por las noches,
en la mitad del negro,
nos mira cuando todo permanece
a la espera de un iceberg
en un océano también negro.

Ese hielo inmenso siente
la vibración de la olas sobre el casco del barco.

No hay un fruto en el pico del pájaro ahora.
Y no hay un mundo que nos pueda decir:
están salvados. Todo será grandioso.
No hay ni siquiera un ánimo
más allá de nuestro ánimo.



La estrella

*
Me gusta ver las hojas desparramadas por el jardín. En los juegos unos niños se empeñan por generar risas en el otro. Tienen que ver con un cuadro donde se esconden, entre plantas orejas de elefante, pequeños animales purificados por un atardecer (una replica estaba en la sala de mi pediatra).

Los días se acortan. Los árboles esperan su renovación. Bah, en realidad todos esperamos eso. Quisiera mostrarles las bestias y las muertes, esas muertes que animan las festividades. Y también la negrura, el dolor, todo lo que tiene una proximidad inquietante. Pero un cuadro así exige una declinación, una oportunidad; primero lo negro, después la luz. Ciertos canales hasta lo prometido. Y no es fácil.

*
Una vieja perra aguarda la llegada de su benefactor. En esta cuadra había un gran roble que se desplomó una noche de tormenta más o menos como la de ayer. Se cortó la luz y las pocas luces venían de los autos.

Ya no sabemos dónde está lo que alcanzamos entre rápidos pasos, fáciles, asombrados. Subíamos unas escaleras y ahí estábamos, expectantes, en los bailes, atentos a las formas de rozarnos (por un descuido nada más).

*
De la mano, algo cansados, nos paramos frente a una alcantarilla rebosante de agua. En el frío del muelle buscamos lo que no podemos precisar. Hombro con hombro, frente al río oscureciéndose, vemos los edificios y sus reflejos en el agua. Y de pronto, por arte de magia (una magia muchas veces practicada), el mismo final de siempre, el que nos espera, aceptado, no querido, pero al menos aceptado.

*
En una imaginada montaña nevada no hay más demoras. Allá lejos, muy lejos de un parque donde sobrevive el césped castigado y algo crecido. Aunque tampoco veo demasiado tráfico por acá.

Por las autopistas, miles van hacia algún lado. Tomo el lápiz para transmitir una impresión. Había, en mis sueños, caballeros medievales. Hombres dispuestos a seguir con sus cruzadas.

Cantan los pájaros. No sé si el paisaje es algo inspirador para ellos o si lo único que asoma es la vibración. Unas ganas tremendas de cantar.

Detrás un árbol y en su tronco una cuevita. De esa cuevita nació una estrella -no podría llamarla de otra manera aunque no sea exactamente una estrella-, frágil por fuera, espléndida por dentro, llena de la sutil adoración que su íntima luz le daba.

Una luz que terminó por iluminar un estado incluso anterior al dolor. A partir de entonces supimos que hay que insistir hasta que un día en la playa, al fin despreocupados, se presenta un sentimiento, no una idea.

Pasa un tren. No puedo imaginar lo que había antes del tiempo. ¿Hay búsquedas imposibles?

Si así fuera, no debiéramos tener otro objetivo que encontrar una lagartija al sol sobre un piedra que conserva el rocío de la primera mañana.

lunes, 25 de noviembre de 2019

Mudez en las cosas


Cuando en las largas noches invierno
nos persigue esa mudez de las cosas
no hay nada que nos diferencie.

Para entonces
el reposo involucra la fuerza y todo lo capaz
de crear las vibraciones de una imagen
que intenta reflejar lo que recibe.

sábado, 23 de noviembre de 2019

La formación de un destino

Un insecto camina por el blanco del piso.
Estoy fuera de la pileta todavía mojado.
Viene hacia mí. Lo muevo
y el insecto en su ardor vuelve.
Sin pensarlo, lo muevo de nuevo con la mano
y queda herido fatalmente.
Para que no siga sufriendo lo mato.

Para él, antes y después,
el hecho no puede tener una interpretación.
Para mí, como siempre,
es el inicio de un mar de opciones;
hablan de lo que conozco como destino.

martes, 19 de noviembre de 2019

Cadáver de una vaca


Yo sufría las pérdidas y los ruidos, y montones de cosas que eran susceptibles de alterar un estado de paz que en realidad casi nunca tenía, y que en verdad había avizorado una vez en una iglesia (ya no recordaba dónde).

Y sin embargo, ese recuerdo, perfecto y luminoso, atraía los deseos de mis días. Y así malgastaba de cierta forma mi vida yendo detrás de ese recuerdo -que pronto se aunó con todo un discurso-.

Hasta que un día por el campo me detuve ante el cadáver de una vaca. Detrás de ese montón de carne podrida saltó una liebre y sin apuro se fue hacia un potrero de alfalfa. La belleza inmensa de ese acto imperfecto creo que es lo que me avivó.

sábado, 16 de noviembre de 2019

Un típico invierno

Días que ocurren asumiéndose ajenos
y que aun así deseamos recuperar.

Deseamos que esa forma nunca tocada
sea un poco más nuestra.

Que nuestros esfuerzos puedan fijar
lo que no puede ser fijado.

Y así, en esa expectación frustrante,
permanecer con la mirada en la ventana
mientras los copos de nieve caen mudos.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Días del desierto

Cuando cerramos los ojos
y vemos lo que no vemos,
casi seguro se nos aparecen
los días recobrados
en la forma de esencias
capaz de hablarnos
de la extrañeza y de las dolencias
que intentamos aplacar en el cemento
de los parsimoniosos gestos
que no tienen valor
fuera de una propuesta
que nos llama
desde una voluntad suave y lejana.

lunes, 11 de noviembre de 2019

Dos búhos sobre el árbol


Los bordes del iceberg flotan
sobre lo turquesa y calmo 
del mar.

Del mismo modo,
esperanzados con que 
lo imposible puede ser tocado
tenemos a dos búhos en la rama 
más fuerte de nuestro árbol.

sábado, 9 de noviembre de 2019

El entramado

No hay ni bueno ni malo,
ni abajo ni arriba,
sino en nosotros mecanismos inasibles
que nos llevan a actuar de modos,
que representan ciertas consecuencias,
que mutan a otros espacios.

Todo lo que se puede decir
puede ser dicho de incontables modos.

Existen matices que generan
oscuridades y luces
en un cuadro
que no tiene inicio ni final
y se parece al mundo.

jueves, 7 de noviembre de 2019

Más allá

Todos estos años, como soldados en hilera,
nos enfrentaron a un hecho esencial:
existen sistemas de poder,
que establecen discursos,
que crean verdades, que tomábamos como reglas.

Por eso las cosas son tan fáciles y tan difíciles a la vez.
Los sentimientos no mienten,
y sin embargo andan contaminados por los mismos
discursos que nos obligaron a caminar
de cierta forma hacia ciertos lugares.

Entonces, como estamos en un terreno incierto,
debemos actuar por conveniencia.
Los eventos tienen un ritmo, cierta vacilación,
una forma de desplegarse. Y a esa forma la debemos
investigar, aceptar y sobre todo respetar
(si es que queremos andar libres).

Los eventos se nutren de la energía de otros
y, en la medida que podamos enlazarlos con la nuestra,
son suficientes para sentirnos menos solos.

Tensionar y distender. Hacer y esperar.
Día y noche. Recordar eso sirve también.
Y sirve disfrutar de los viajes
esperanzados por encontrar
las sorprendentes realidades,
que parecen fantasías, sin generar
un título, sin ponerles un rótulo.








viernes, 1 de noviembre de 2019

Un día en Venecia

Espero tallar una pequeña escultura
que tenga la forma de los canales ideados
por los antiguos que ocupaban
un espacio servilmente brumoso.

Tan feliz como alguien venido de la antigua Grecia

  Después, sobre el fin de un calor agobiante, salí a pasear con mi perra. Parecía que iba a llover, pero el agua no cayó hasta la madrugada...