Esos fantasmas todavía en los campos, en las playas, incluso en una soledad que no se detiene. Un respiro claro y último.
Las bondades de los pájaros nos quedan en esos casos. Y los comienzos. Los nuevos impulsos y los recuerdos; los días de invierno en pleno desierto. Un lugar árido e intenso que debía ser caliente pero estaba frío. Una obra de arte más fascinante que las de un museo. La torpeza esos días la dejábamos de lado y nos íbamos arriba, hacia las montañas donde lo terroso y lo rojo, lo oscuro y blanco era frío y salvaje. Y también un poco nosotros.
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viernes, 29 de noviembre de 2019
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