viernes, 31 de enero de 2020

Solo los perros me seguían

Soñé que dejaba de ser lo que soy y me convertía en lo que quiero ser: un monje dotado de una luz fantástica que iba por las nubes de los cielos mejor pintados de la iglesias más encantadoras y escondidas de la tierra.

Y desde esa condición de monje, ya no deseaba más de lo que podía tener. Todo lo que me era cercano, tendía a distenderse. No iba a ningún lado en especial ni tenía nada en particular; ni siquiera dormía con una exigencia determinada.

Y así podía escuchar crecer la flores. No tenía familia y no tenía afectos demasiado cercanos porque nadie podía interactuar con mi enorme santidad desde, digamos, un plano de cierta igualdad.

Solo los perros me seguían. Las marmotas escuchaban en la lejanía mis pasos; los pájaros me daban melodías fantásticas. Hablaba con Cristo. Y sin embargo, no estaba del todo claro mi rumbo.

domingo, 26 de enero de 2020

En los jardines del palacio Pitti

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Hay una celebración en el aire por más que es invierno y las cosas, las plantas, los árboles, el cielo y la maleza en general, aparecen en un estado de reposo.

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El cuadro tiene que ver con una quietud, y esa quietud se alegra cuando escucha, como en ningún otro momento, las tibiezas, los gorjeos, lo poco frecuente.

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Será entonces que todo tiene lugar por esos motivos, por unos guiños, por unos colores, tenues, casi rosados, en las pocas flores, sin un movimiento continuado.

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O tal vez será que nos hemos alejado de cualquier sobreactuación y, desde ese estar, desde esa nueva dimensión, nuestra inquietud va y viene. Se siente libre, anda por los contornos del jardín.

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Sí, debe ser eso. Anda, sin apuro, como aliviada por la quietud del agua, feliz por el placer de tener lo verde. Lo secreto y lo estático.

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Quien lo vea, escuchará una melodía que después tiende a no estar.

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Así se adentra uno en el silencio. Así se exceden los ruidos. Una calma santa. Así se va a no depender de los demás para estar vueltos hacia un rocío que permanece y se queda sobre una flor, arriba, muy arriba, pequeña, soleada, en la alta montaña.

Y así la belleza sigue en nosotros.

lunes, 20 de enero de 2020

Soñé que me alejaba de mí mismo, Roma


Soñé que me alejaba de mí mismo, de mis incontrolables manías, de mis amados gestos, de mis sueños incluso, y me iba a un lugar en donde todo lo que a mí me importa, no importaba.

Y en ese mundo, estaba rodeado de fantasmas conocidos durante mi infancia. Guerreros chinos que había en la casa de mi bisabuela. Y en ese lugar, que era un desierto bíblico, aprendía a no ser más yo mismo. Aprendía a olvidar lo que había aprendido, e incluso olvidaba lo vivido.

Y lo hacía en un plano tan profundo que me convencía de que era capaz de ir como un mendigo sujeto a la generosidad del prójimo. Y partía. Y pronto notaba que en la medida que más y más vagaba, la gente me resultaba más llana, más amorosa, más contenta con esta forma de ser mía que ahora tenía, y que era una forma exclusivamente centrada en los demás, sin un acento destinado a lograr algo en especial. Y sin embargo, lograba cosas espectaculares; cosas absolutamente desprovistas de algún tipo de magnificencia.

Y de ese modo me volvía una pintura donde estaba junto a montones de ángeles y santos en un paisaje renacentista, y quedaba pintado en una iglesia ubicada en el centro de Roma. Y a partir de ahí me veneraban por los siglos de los siglos debajo de la Virgen, de Cristo y varios Santos. Y yo quería salir de ahí, pero no podía.

domingo, 19 de enero de 2020

San Carlos en el Corso

Hay un mundo, creo entender, en la forma que unos y otros perciben los fenómenos, los objetos, las cosas que permanecen en su propio estar, y que desde ese estar nos miran, a nosotros, que también por esta vez permanecemos calmos, tímidamente sentados, fascinados con la perspectiva de ver una misa a la que asisten cuatro personas en una catedral enorme.

El cura parece compenetrado con su trabajo en la medida exacta de un rigor que lo impulsa a repetir lo que debe repetir. Las personas que asisten también guardan un rigor, un mantra, un acto repetido que define una calor que tiene la placidez de lo habitual.

Nos sumamos con placer porque nos definimos también en la medida que podemos abstraernos de lo que sucede acá y en otras partes. Así nos concentramos en un tiempo que continúa a un ritmo más lento, querido, poco práctico, poco proclive al cambio, y que por eso tiene el don de disfrazar lo mucho que hay cuando uno vive hasta permitirnos lo esencial.

El aire, las garzas que suelen aparecer cuando uno tiene este tipo de contemplaciones, las lagunas todas, con sus juncos elevándose, con sus plantas acuáticas, tan bellas, tan generosas,  tan dispuestas a permitir que los pequeños pájaros, y los no tan pequeños, las pisen.

El viento golpeándonos la cara, apenas, acariciándonos la cara, debería decir. Nosotros a la sombra de un roble inmenso, sentados, tibios, como en la iglesia; ¿o será que todavía estamos en la iglesia y no nos hemos dado cuenta?

sábado, 18 de enero de 2020

El origen de lo categórico

Me despierto angustiado.
He soñado otra vez con lo mismo:
el amor no resulta tan categórico como creía,
y esa decepción es un dolor inmenso pero también
la fuente de una atracción enorme.

Está muy marcada esa contradicción en el sueño,
y tal vez, espero, un poco más aceptada.

Creo que el origen de lo categórico
en el lenguaje, en los pensamientos,
viene de la misma vertiente,
de un niño que no puede aceptar
que el amor de su madre no es para él solo,
o que en realidad el amor de su madre
no es todo lo fuerte que debería ser.







viernes, 17 de enero de 2020

Así será Eze


Encima de todas las construcciones posibles
el pueblo, y encima del pueblo el cielo,
y en el medio nosotros contemplando a los pájaros.

En el vacío, intentamos recuperar
lo que alguna vez tuvimos.
Para eso apelamos a nuestra imaginación
y a los cuentos infantiles.

Vemos la bondad de las cosas
que permanece erguida
a la espera de más y más personas.

Muchos turistas como nosotros
pueden venir a representarse
un mundo perdido.

Abajo, la costa y cientos de miles de personas,
construcciones, negocios y voluntades de progreso.

Un mundo pequeño que impera.

Vivimos, escucho, en una secuencia
que devora lo que produce.

Acá vivió N, un filósofo,
escucho también.

Pronto todo va a estar
destruido por el agua.
El planeta resuena
y este pueblo, en su fortaleza,
volverá a reinar, creo entender.




miércoles, 15 de enero de 2020

Desestructurarse en el propio discurso

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Mi teoría es así: estamos atravesados más que nada por mandatos -que también son energías- que determinan lo que somos, potencias que nos obligan a adoptar determinadas decisiones, rumbos e incluso modos. De manera que cualquier tipo de cambio profundo y sentido en nosotros es un milagro.

Para mí de eso en realidad se tratan mayormente los milagros; de un cambio genuino en los patrones que nos regulan y nos tiene programados casi como máquinas.

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Para encarar esos cambios, hay que comenzar por desestructurar los propios mandatos, los programas que hemos recibido en forma esencialmente energética -discursos, actos, estímulos- y que han creado determinado combo de pensamientos y sentimientos que condicionan nuestros actos.

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Y para desestructurarse así, es preciso comprender que los discursos, las creencias que nos impulsan, no son realidades fuera de la construcciones -y la energía psíquica que originan en nosotros-.

Son verdades solo en relación a la importancia que tienen para regular nuestro estar en el mundo porque, en líneas generales, los discursos son formas de estructurar la potencia, la energía; formas de canalizar las dinámicas de dominación que intervienen continuamente en nuestra existencia.

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Nuestra existencia es la respuesta a múltiples estímulos discursivos que generan un determinado campo energético basado en formas de pensar y consecuentemente formas de sentir.

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De modo nuclear, estamos atravesados por creencias, estructuras mentales que ejercen una dominación casi terminante en nosotros. Nuestro mundo está muy condicionado por nuestras creencias, y nuestras creencias están muy condicionadas por nuestros mandatos, por estructuras de dominación que son útiles a nivel general porque necesariamente reducen nuestro margen de libertad individual y nos compelen a trabajar por un sistema, por un enjambre.

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Esto implica que nuestra existencia discurre entre dinámicas energéticas -potencias que prevalecen en mayor o menor medida- y que terminan en actos, fenómenos. Las acciones son el resultado de ciertas energías mentales y sentimentales que prevalecen al punto que se materializan en actos.

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Y cuando hablo de actos, me refiero también a los pensamientos -porque los pensamientos son actos mentales y los diferencio de los actos que ocurren en forma física y que discurren en un plano que está más allá de nuestra mente-.

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Con esto quiero decir que es muy importante que tomemos en cuenta que nuestros actos mentales también son físicos -cambios que sufre un cuerpo-, y que siempre generan fenómenos en nosotros, fenómenos interiores, que luego condicionan los fenómenos exteriores que vivimos.

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Cada vez que nos embarcamos en determinada senda existencial, estamos respondiendo a ciertos patrones de pensamiento y a sentimientos que están imbricados, y que son la respuesta que hemos podido estructurar frente a estímulos complejos y diversos.

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Hay un mundo afuera de nosotros mismos y con ese mundo nos relacionamos continuamente. Lo hacemos en una dinámica que nos exige y desafía a nuestra psiquis a procesar fenómeno tras fenómeno.

En esa dinámica, siempre hay algo, una complejidad de tal magnitud, que excede la capacidad de procesar las vivencias en un marco discursivo específico y coherente. Y sin embargo, continuamente nos empeñamos en catalogar las realidades, los fenómenos que vivimos. Lo hacemos para convencernos de que somos capaces de sostener un mundo perfectamente coherente -que por lo tanto tiene un sentido específico-. Bien, comenzar por desarmar esa ilusión es el primer paso para desestructurarse en el propio discurso.




martes, 14 de enero de 2020

¿Por qué no reescribir nuestra historia? San Geminiano ayer

Una historia podría ser reescrita, como si un día, unos años tal vez, perdidos en la verticalidad del tiempo, fuesen recuperados y entonces sí se volviesen capaces de revertir lo no sabido. Y de ese modo lo aprendido se volviese una luz que mirase incluso para atrás, incluso para adentro también, y los mecanismos, las ataduras, esas cosas que nos perfilan en ciertos códigos de trabajo interno, pudieran ser hechas de nuevo a favor de una nueva vida, una que ahora vislumbramos, ajena a los dramatismos e igualmente llena de una pasión que fuese como baja el agua por un pueblo en lo alto.

A medida que bajo con el agua, sobre el final, sobre el horizonte, veo una playa de mucha arena. Y veo camellos, beduinos mudos, y veo mucha tranquilidad, ahora, hoy. Esa impasibilidad fantástica en la mirada del camello veo. Y ese fuego sabio y lento, ese invierno incluso, lleno de castaños en un jardín apenas visto, quieto, sin el menor viento, entre olivos, entre una maleza desproporcionada, entre hojas secas con hormigas por todos lados. Y veo esa fría paz también. Veo mucho de lo que antes no veía.

Y veo un mundo redondamente blanquecino ubicándose en mi ceño, un poco confuso aún.


lunes, 13 de enero de 2020

¿Qué es meditar?

El punto en donde
la reflexión pierde las secuencias
y se mantiene ajena a su propio estar
hasta dar con la tibia corporalidad
y después, con eso anidado y tantas veces rehuido,
estar en un espectáculo
en donde lo que uno es deja de ser
para convertirse en lo otro.

domingo, 12 de enero de 2020

Más allá de los relatos en el Camposanto, Pisa

Una vez más de pie
ante la necesidad de neutralizar lo tenebroso
que los antiguos pintores del renacimiento
vieron como un infierno dispuesto
para devorar a los pérfidos pecadores.

Pero nosotros, sin ser pecadores,
también estamos al filo de la oscuridad,
de manera que lo negro, decimos,
es la consecuencia inevitable
de la luz que se nos acerca
en la medida que, desde nuestra mesa,
vemos a un hombre bailar,
suponemos para sobrellevar el tedio y el frío,
en un puesto de souvenirs en una feria
a pasos de esos frescos antiguos
que no han logrado convencernos
de la necesidad de observar ciertas reglas
para obtener cierto cielo, sino en la conveniencia
de apegarnos con ternura a la comprensión
de nuestros vaivenes
por una cuestión bella y práctica.

viernes, 10 de enero de 2020

La historia de la religión vista en la catedral de Lucca


Los hombres fueron criados para ser
fieles observadores de las enseñanzas de Cristo.
Cristo murió en la cruz porque tuvo
que sacrificarse para redimir el pecado original
de Adán y Eva, los primeros habitantes
de esta extensa y variada tierra.

Dios, su padre, de hecho, lo envío para eso.
Cristo, en su corta vida, nos reveló
el don de la misericordia, de la comprensión al prójimo
y muchas otras cosas hermosas
que tienen que ver con el amor.

Muchos lo quisieron imitar
y trabajosamente fueron santos.

Y muchos más conformaron una iglesia
que estableció las bases de lo que había que hacer
y lo que no había que hacer durante miles de años,
y para toda la eternidad según esos muchos.

Muchos perecieron víctimas de esas férreas reglas.
Otros dicen haberse salvado. Muchos más oscilaron
entre esas reglas y las prohibiciones,
y no se sintieron a la altura de lo que se les exigía.

Y muchos se permitieron esos deslices
y se adentraron en la posibilidad
de aprender de ellos mismos, y de ese modo
lidiaron con los diferentes matices que veían
en los fantásticos cuadros que muchos habían hecho
para glorificar todo esto que cuento.

Así se pinta en el Camposanto

Un cuadro capaz de ir
para donde uno quiera
en cuanto imagen
de todo lo que representa
un mundo perfectible
que en su marco
se vuelve más perfecto
porque la mano ha logrado tomar
lo que no le pertenece
y lo ha hecho propio.

miércoles, 8 de enero de 2020

En Eze, más allá de N

Tal vez las cosas solo ocurran en mi mente. Me refiero a esto que cuento. Tal vez las cosas mágicas, debería decir, son una invención destinada a solventar no sé qué dramas y cierto temperamento, digamos, proclive a las fantasías. En fin, lo importante en este caso es aprender a desarmar eso también, y a hacerlo como quien ve una grieta con un filo inmenso en una montaña desde donde salen gaviotas que de a poco van siendo cada vez más doradas hasta que su ímpetu se nos contagia y así, lo que antes era un gris no deseado -me refiero a las cosas-, se vuelve un gris querido y, en la medida que eso pasa, las cosas logran tener un alma, un espíritu, o lo que sea que se precise para tener un carácter mítico.

Y el mundo comienza a ser de una forma redonda y marina, verde en ciertos puntos y del color de la tierra del buen desierto en otros -tal vez en realidad de la manera que vimos en la infancia un globo terráqueo-. Y de ahí en más los perros se vuelven mudos, el pasto crece, la gente a nuestro lado tiene una bonhomía inusual y, lo que antes era un tema, -el canto del gallo en la mitad de la noche por ejemplo-, deja de ser un problema porque esa grieta con un filo inmenso en la montaña liberó a las gaviotas.

¿Y por qué sucedió eso? Bien, no lo sé, y no creo que nadie lo sepa en la profundidad. O al menos no que lo diga de la manera que otros lo puedan entender.

Y los que se han arrogado el don de proclamarse maestros -y yo obedientemente he seguido-, ahora lo puedo decir, estaban bastante equivocados. Sus formas categóricas no alcanzan ni alcanzarán nunca a explicar el vuelo de las gaviotas desde el filo de esa montaña hacia el mar quieto, y mucho menos el efecto que tuvo ese vuelo en mí.

Tibieza en Eze

La privación de todo y de todos
en la manera que dormías
ajena a las especulaciones
que tenían cosas y personas
con una relajación inmensa
en la cercanía de un pueblo
que volvía a ser
lo que estaba en la historia.

martes, 7 de enero de 2020

Delante de unas hortensias azules

Cruzo la línea
hacia una dirección
que desvanece toda forma innecesaria
y ahí lo dormido 
me permite sentir 
la tibia mano de una mujer
que me pide amor
delante de unas hortensias azules.

lunes, 6 de enero de 2020

Ante el jardín de las delicias 4

Poder tomar lo que no tenemos
de una presencia, de un lugar y de un sentir,
o de lo que podríamos tener con ella
hasta disfrutarla.

Y en esa impotencia exaltarnos
con la contemplación
de lo que antes no podíamos ver
y ahora vemos sin tener
aunque en cierta forma teniéndolo.

Algo grande y redondo como un sol
pero pequeño en nosotros.

Una fuente.


sábado, 4 de enero de 2020

Amanecer en Montpellier

Esto es muy difícil de ver y de explicar:
la fuente de todo lo que deseamos profundamente
no está en las cosas ni en un punto específico,
está en el desierto a la espera de ser descubierto
por un sentir que busca adentrarse en los vericuetos
hasta lograr la templanza que reside
en los muy pequeños gestos que son 
los mayores imperios.

viernes, 3 de enero de 2020

En las afuera de Barcelona

*
En las calles elegantes, las evocaciones a la tristeza ceden; los pájaros permanecen en silencio. El paisaje es frío y mudo, casi nada se mueve. Los grises se van intensificando en la medida que el sol termina de posarse en las ramas de los árboles más grandes al pie de esta colina.

Valoramos la elegancia de esos árboles.

*
Si bien lo escapado del terreno dificulta nuestros pasos, miles y miles aparecen; hablan de que todo fue glorificado. Es por la posibilidad que finalmente tenemos delante. Los objetos son cuerpos. El paisaje es un cuerpo. El mar un cuerpo.

Ya podemos ir por los lugares que antes rehuíamos.

jueves, 2 de enero de 2020

Ante el jardín de las delicias 3

Todos fuimos advertidos
que los placeres son transitorios,
y que la codicia es una herramienta
que se quema a sí misma.

Y tantas cosas más de sentido común
que sin embargo no alcanzan
a aplacar nuestros deseos.

Queremos lo que nos fue negado tantas veces.

Pero nos repetimos:
Una moderación en todo es útil.

Y también querer ir un poco más allá.

Nada nos obliga a ser lo que no somos
pero dejemos que esa tensión construya un reino.



En la tierra helada

  Pero a los pocos días, andando por el jardín de tu casa, pisé unas hormigas y aparecieron de nuevo las tragedias que podrían tocarme en la...