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En las calles elegantes, las evocaciones a la tristeza ceden; los pájaros permanecen en silencio. El paisaje es frío y mudo, casi nada se mueve. Los grises se van intensificando en la medida que el sol termina de posarse en las ramas de los árboles más grandes al pie de esta colina.
Valoramos la elegancia de esos árboles.
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Si bien lo escapado del terreno dificulta nuestros pasos, miles y miles aparecen; hablan de que todo fue glorificado. Es por la posibilidad que finalmente tenemos delante. Los objetos son cuerpos. El paisaje es un cuerpo. El mar un cuerpo.
Ya podemos ir por los lugares que antes rehuíamos.
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