martes, 19 de noviembre de 2019

Cadáver de una vaca


Yo sufría las pérdidas y los ruidos, y montones de cosas que eran susceptibles de alterar un estado de paz que en realidad casi nunca tenía, y que en verdad había avizorado una vez en una iglesia (ya no recordaba dónde).

Y sin embargo, ese recuerdo, perfecto y luminoso, atraía los deseos de mis días. Y así malgastaba de cierta forma mi vida yendo detrás de ese recuerdo -que pronto se aunó con todo un discurso-.

Hasta que un día por el campo me detuve ante el cadáver de una vaca. Detrás de ese montón de carne podrida saltó una liebre y sin apuro se fue hacia un potrero de alfalfa. La belleza inmensa de ese acto imperfecto creo que es lo que me avivó.

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