Hoy dediqué el día a ayudar a mi hija y a mi padre para ayudarme así, en una forma muy superior, a mí mismo. La fragilidad de los instantes en estos casos queda superada por momentos que se graban con ternura y que acá anoto para darles todavía más importancia, entidad, o como queremos llamar al punto.
Uno de los principales motivos a la hora de escribir tiene que ver con la posibilidad de rescatar del olvido las vivencias que, por supuesto, para uno son de lo más importantes y por lo tanto generan una pena enorme cuando, por decirlo así, suceden y pasan. Al escribir, de una forma la verdad que bastante relativa, uno pretende, o tiene la esperanza, de lograr cierto volumen, cierta fijación en los hechos, de manera de no perderlos así como así por el efecto del tiempo, y para evitar en especial después, en la práctica, que la memoria sea incapaz, porque no tiene tanta habilidad, de rescatarlos. También uno pretende ir más allá de los hechos y dar cuenta de cierta cuestión que a veces capta. De ciertas intuiciones o visiones que aparecen detrás de los hechos y que generan tanto asombro que dan ganas de compartir ese descubrimiento.
En este caso puntual, solamente puedo decir que llevé, esperé y traje a mi hija de donde ella quería ir y venir. Y que compartí con mi padre una caminata después de pasarlo a buscar por su casa. Son eventos insignificantes en sí a un nivel, digamos, narrativo, pero para mí están alojados en un punto anímico muy importante que es donde todo se nutre. Por eso ahora los anoto.
Tengo las imágenes en mi mente pero, como dije, temo que en un tiempo las podría perder.
Primer imagen: mi hija está contenta por la posibilidad de ver a dos amigos en una plaza. Aguardamos fuera del auto, en el frío, sin ningún sentido. Estoy con muchas ganas de ir al baño de manera que meo atrás de unos árboles porque en este tiempo es imposible encontrar por algún lado un baño.
Segunda imagen: Finalmente vamos en auto varias cuadras hasta donde están sus amigos -porque están demorados-. Los encontramos con sus barbijos negros en una esquina. Parecen felices. No puedo ver sus sonrisas pero claramente están contentos. Veo bien esa frescura propia de los adolescentes. Esa inocencia en transición hacia experiencias más amplias.
Tercera imagen: Paso por la puerta de la casa de mi padre. Él baja con su gorra, su campera, su barbijos, sus ganas de verme. Vamos a caminar por la facultad de Derecho. Hablamos de lo absurdo que fueron los años de estudio para uno y para otro en esa facultad. Me gusta hablar de eso. Vamos después por un barrio con embajadas y casas señoriales y hablamos de las ataduras que crean, a los supuestos beneficiarios, las grandes fortunas. También me gusta hablar de eso. Por último, vamos a buscar juntos a mi hija. Ella pasó un día inolvidable, nos dice apenas sube al auto. Creo que soy muy feliz por un momento bastante claro y contundente.
viernes, 31 de julio de 2020
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