Veo perfecto esa voluntad. Veo las ganas
de abrir o cerrar la frontera.
Claramente veo la calidez corporal del cuadro.
Y también veo la fuerza que repercute en el paisaje.
Veo los límites, veo las formas tenues, casi perdidas,
casi extinguidas del todo, casi captadas en el entresueño.
Y veo ese río, ancho, verdoso;
la verdad: parece que sigue un curso potente.
Y perfectamente veo a los colosos.
Veo perfectamente que desde
el inframundo sostienen el agua.
Alguna vez, esos colosos estuvieron en la costa
de islas pequeñas y de camino al mar.
Esas islas, ¿las conocen?
Siguen abandonadas a la espera de más habitantes.
Personas que por suerte nunca llegan.
Sin ninguna duda, por eso en esas islas
cada cosa adquiere su encanto. Bah, es el tiempo
el que en realidad hace lo suyo. Es el tiempo
el que le imprime cierta extrañeza a las cosas.
Es el tiempo el que las sosiega.
Es el tiempo el que busca cierta opacidad.
Y desde la opacidad, desde lo oscuro,
va hacia otros rincones y les pone ciertos brillos.
Consigue a veces lo necesario
y lo hace incluso con las personas.
Y veo todo eso con sumo placer en el cuadro.
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jueves, 16 de julio de 2020
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