Me volvió la alergia por el sencillo hecho de que tuve contacto con las noticias de un amigo que me rehuye desde hace unos cuantos años por motivos no del todo claros. Un mecanismo que ya no termina de impactar tan de lleno en mi psiquis -quiero creer- porque hay elementos angustiosos que ya no necesitan trabajar para demostrar que están ahí, que necesitan ser atendidos. Aunque, con todo, es impresionante la fuerza que tienen los mecanismos aprendidos o tejidos para lidiar con la angustia. Son de lo más persistentes e incisivos. Podría decir que están ahí para motorizar los cambios que uno no está dispuesto a hacer por sí solo.
No tengo ganas de volver el día de mañana -cuando termine esta cuarentena- a la ciudad. No tengo ganas tampoco de retomar una vida productiva y exigente destinada a garantizarme algún tipo de bienestar que no llega jamás de forma demasiado contundente. No tengo en claro, la verdad, qué hacer con mi vida en el plano profesional, y no tengo en claro por lo tanto cómo acomodar mis días en general -empezando por lo económico-. Pero de todas maneras es un gran avance este que estoy haciendo. Un avance que sí o sí -presiento- terminará en un lugar de más libertad. Para eso, para lograr esa mayor libertad, por supuesto que lo tengo que hacer primero es no depender tanto de la mirada de los otros -tema difícil en mí-. Debo privilegiar en cambio los actos, procesos y momentos que realmente me generan un momento de placer. Fácil y tan difícil a la vez. Espero poder concentrarme más en eso.
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domingo, 29 de marzo de 2020
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