sábado, 21 de marzo de 2020
Una vida hasta acá
Este tal vez sea un tiempo como para pensar un poco en todo eso que no nos deja pensar en cosas placenteras, en todo eso que tenemos acumulado no sabemos muy bien para qué, esos tiempos perdidos en renegar con cosas que no podremos cambiar de la manera que pretendemos cambiar. Creo que un gran porcentaje de mi vida la gasté en eso. En tratar que los vecinos se calmen, que las personas en las mesas vecinas no griten, en cosas así de estériles. Otro tiempo considerable lo gasté en atribularme con molestias autoprovocadas por la mente. Un fenómeno extraño y urticante que se me da muy bien y que ha tenido al menos la bondad de conducirme a través de cambios profundos que de otra forma seguramente nunca hubiese abordado. Y, finalmente, un tiempo -que en proporción no fue mucho- lo disfruté con conexiones fantásticas hacia las bondades de la naturaleza, con el perfil de la existencia, con un estar de forma realmente cercana a lo que el mundo es, a su intensidad y complejidad, a eso que tiene de fuerte y calmo a la vez.
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