miércoles, 25 de marzo de 2020

Tener algo de paz

La iluminación pero antes la espera. Antes lo desconocido de uno, y antes también lo más conocido. Lo duro y tenso. La cultura de una preocupación sobre otra. Así hemos aprendido a armar nuestro cuerpo. Nuestra pobre armadura. Nuestra vegetación por sobre el cuerpo derruido bajo esas enredaderas que suben como suben por las casas viejas de un barrio que recorríamos perdidos en el punto crucial de la infancia. Después vinieron los paisajes invernales y las costas. Esas mansas costas con viento, rocas y arena con gaviotas. Franjas capaces de disolver lo sentimental de nosotros. En todo caso lo difícil siempre fue tener algo de paz.

No hay comentarios:

Los mismos caballos

  Los mismos caballos junto a espinillos como oradores al costado del camino. Y a la ida y a la vuelta, la obsesión de no pensar. También el...