jueves, 22 de enero de 2009

Girls on film

Llamé a mamá pero mamá no tenía el don de antes. La fuente de todas mis calmas había mutado: ya no era mamá la causa de mi serenidad, ahora era Carola. Pero Carola no respondió a mis llamados. Cuando llamé, su madre, lacónica, dijo: “Mi hija no está para atenderte”, y como no tuve alternativas: para que mi tristeza llegase a la faz maníaca depresiva, llamé a un amigo de los tiempos de Carlos I y salimos. Y en ese tren íbamos, a veinte, por la Barra, mirando chicas, oteando los boliches, sabedores de que en el auto que andábamos, humillábamos, cuando la vimos: Flavia estaba parada –a mí me dio toda la impresión que yirando- en un punto evidente para quienes transitábamos, y con todas las facilidades para ser vista que tiene quien desentona en un lugar. Tenía un vestido celeste intenso ajustado, plataformas que afirmaban su rol, pelo planchado y una boca tan grande y pintada de un rojo tan intenso que, como dice un amigo, contaba chupadas cerrada. Nos acercamos y le pregunté por Tordelli. Pero en el mismo momento entendí que ella no era la mujer de Tordelli. Era un gato que él había contratado al efecto. Y a partir de entonces una sola cosa se me apareció: “Tengo que terminar de garcharme a esta guaranga”. Esa pasó a ser mi nueva urgencia. De manera que una manía me pedía a gritos: “¡A garchar! ¡A garcharla con saña!”. ¿Y para qué? Para redimir una afrenta poco clara.

Pero Flavia si bien se subió a nuestro auto con su amiga –una morocha que dijo llamarse Nuria y me gusta llamar “del promedio” -, no demostró signos de estar dispuesta a acceder a mis insinuaciones. Pero al menos dijo sí cuando le pregunté si nos acompañaba con su amiga a una fiesta.


Por ese entonce la pregunta que me hacía era: ¿Esta loca en verdad está ofendida porque no accedí a ponerme su consolador? No, no puede ser, me repetía. Pero entonces ¿por qué tiene una actitud tan distante? Con todo, me dije, la fiesta puede ser capaz de cambiar el ritmo de sus apenas simpáticas respuestas. ¿Y por qué supuse eso? Porque la fiesta tenía la potencia de impactar a muchas ladys de la noche y, por sobre todo, a todo gato que se precie, dado que se focalizaba en una casa frente a la playa de indudable importancia donde había gente que se creía participe de un evento tan exclusivo como desmedido: drogas, tragos y todos y todas en un punto de ebullición tan absurdo que motivaba a los más pavos gritar, mientras saltaban con la música, el término que no puedo escuchar en ningún lado, y menos en una fiesta: Guauuuuu!

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