1
Una nube sostiene la mano, y ella dice: es para conocer tu cuerpo, y yo, víctima
de sus cosquillas, termino sumergido entre
uvas verdes. Que no se vaya entre puestos y personas, pienso, convencido de
que no va a volver. Y ella, con dulzura repite, no me voy.
Agradezco y miro: muchas rayas cruzan el suelo.
Es sabido: el amor tarde o temprano advierte que no hay espacio. Y a uno
mismo le falta ánimo. Entonces, nunca se llega a ver la entrega puntual.
He permanecido con la mirada en distintos objetos; las calandrias se han
ido, y sólo queda el aire que precede a la tarde y a la seis en punto se apaga.
2
En la orilla pensé que con mi caña no debería estorbar la evasión. El
viento sobre los juncos y nosotros cubiertos con hojas. Había pájaros y el agua
iba, rozándonos.
Los peces nos parecieron tibios. Fueron horas acostumbrándonos, y arriba nubes
en ceremonia, paredes altas, y un techo resquebrajado entre sombras de eucaliptus.
Eso y cada noche un buitre empotrado en la pared, con sus alas de ébano,
custodiándonos.
3
En el cuadro un barco pasa y los tripulantes presurosos arrojan sus redes.
Abajo, sobre la mesa, el sufrimiento que llevan las manos. El sufrimiento
cuando intentan calmar a la boca, serenar un poco al cuerpo, aunque sea imposible;
aunque más tarde debamos hacer lo mismo.
Es la hora del té. ¿No las ves? Diminutas en el agua también nadan, y yo las
bebo.
4
Más tarde la foto, el pez sobre la piedra oxigenada, y las burbujas que corren
entre piedras y se matan.
La perspectiva es caer. Bajar entre cardos con puntas violáceas y frutos
que después de madurar son despedazados por zorzales. Mientras los adultos ensayan
detrás de la puerta, en la oscuridad. Supongo que con el calor de una sortija
agitada, mientras todo desparramado me marea, desespera y sonríe.
5
Vos aparecés y me decís: ---En el fondo una vela te permite admirar el
polvo elevándose y el puesto. Y más allá está la ruta por la que casi no pasan
autos. Ahora todo eso viaja como una forma de aliento: el panal que prendimos
fuego mientras las abejas volaban y nosotros corríamos con alcohol y fósforos
en la mano.
6
Te sigo. Parece todo calmo. Bordeo la pared y comienzo a ver la playa.
Esa hermosa donde estuvimos con palmeras rozándonos sobre baldosas calientes y
te digo: ---Ahora sí, lo magnífico al fin, el deseo. Y te sostengo perfecta
sobre el agua.
2 comentarios:
Muy bonito este solitario poema....
"...con palmeras rozándonos sobre baldosas calientes y te digo: ---Ahora sí, lo magnífico al fin, el deseo. Y te sostengo perfecta sobre el agua"
conozco esta sensación tan agradable.. me lleva a Cuba de Palermo... cuando me calentaba con las baldosas, y cerca alguna niña de 12 me encendía los ojos en la piscina, en el restaurante...ahhhh que tiempos esos de mini-recuerdos...también jugba con las nubes. Con todo
Publicar un comentario