domingo, 26 de junio de 2016

Una divinidad última


El tiempo es como una dedicación infinita
para que uno asuma con mucha reticencia
las verdades finales de la vida: que hay deseo,
felicidad a veces, dolor, y por último una muerte
que suele venir asociada a un padecer también último
que tiene el cuerpo para que con el alma ocurra
vaya a saber uno qué cosa.

Entonces, la posibilidad más espléndida
es fijarse muy bien en las gaviotas
arriba, hacia el cielo, vigilantes de todo
lo que pasa en el mar y la tierra
y confiar en ellas como quien confía
en todo lo que hay, y sentir en uno y en ellas
la presencia de una divinidad última
que está atrás de todo, oculta, no para protegernos,
no para ampararnos, sino para servirnos de alabada guía
en la búsqueda del amor por uno mismo
y por el prójimo, que es otra cosa.

    

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