miércoles, 15 de abril de 2009

Tanga y tacos es lo más

Con la luna cayendo, volvimos. Dejamos la chalana en la playa y Tordelli se fijó que todo estuviera bien acomodado. Después, se puso a rezar contra el barco, como si ése fuese el muro de los lamentos, y al final nos subimos al auto. En el viaje, ninguno hablaba, Tordelli parecía sereno. Prendí el CD a ver qué había: Johan Sebastian Bach. Perfecto. Su nombre me gusta más que su música, y en eso pensé hasta que llegamos a casa.

Tordelli me dejó en la puerta cuando estaba amaneciendo. Siempre que pasa eso me acuerdo de una escena de Buenos Muchachos. ¡Cómo se te graban ciertas películas! Por eso no veo muchas.

Al día siguiente, yo en buquebús, Tordelli en avión, volvimos a Buenos Aires. En el Ministerio nos saludamos bien pero sin efusividad. Tomamos cierta distancia, y yo volví a mi colaboración en negocios. No tenía ningún interés; pero tampoco tenía algo que hacer: Carola no atendía mis llamados, estar con mi familia no era una opción, y mis más amigos estaban fuera del país –por un motivo u otro se habían ido disconformes en los 90-.

Pero los días pasaban y empecé a extrañar estar con una mujer. El problema resultó que, cuando llegaba el momento, no tenía ganas. Legaba el momento y me daba cuenta de que no iba a poder, que no se me iba a parar. De manera que sacaba el pie del acelerador y me ponía a conversar pergeñando un comentario inminente de que tenía sueño.

Lo único que toleraba era el contacto con masajistas paraguayas. En eso iba bien porque es como estar en casa. Voy con mi CD de Enya en la mano, pido que lo pongan, saludo, elijo una –son casi todas amigas-. Charlo un poco, me hacen masajes, y miro: la paraguaya está en tanga y tacos y sí, soy feliz. Y ellas también. Son felices porque nacieron en Paraguay y tienen esas maneras tan dulces, me acarician, me preguntan qué quiero, y elijo: Tirame la goma nomás. Hoy estoy pa eso. Y eso hacen y al rato, les doy un besito, y estoy más relajado: miro el reloj. Quiero ver cuánto queda para la hora. Después siguen los masajes, y al final la pregunta: ¿el señor se va a duchar?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

claro que lo es
bien dejado atras el tormento flavia
ojo con la depresion, esa niebla, que solo notamos cuando ya no vemos nada.

cariños
a

EmmaPeel dijo...

Depresos way



la masajista paraguaya necesitará en breve una novela tributo

EmmaPeel dijo...

rupert,

cuál es su mail?

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