Rambla
Lucas Videla
1
Es para conocer tu cuerpo, escucho, y yo, víctima de tus cosquillas, termino sumergido entre uvas verdes. Que no se vaya entre puestos y personas, pienso, convencido de que no vas a volver. Y con dulzura, murmurás, no me voy.
Es para conocer tu cuerpo, escucho, y yo, víctima de tus cosquillas, termino sumergido entre uvas verdes. Que no se vaya entre puestos y personas, pienso, convencido de que no vas a volver. Y con dulzura, murmurás, no me voy.
2
Mi temor es que tarde o temprano adviertas de que ya no hay espacio. Y te falte ánimo, y nunca ocurra eso que sueño.
Seguí con la mirada en los distintos árboles; las calandrias se han ido, y solo queda el aire más fresco, el del final de la tarde.
3
Pensé que no deberíamos adentrarnos más en el río. El viento sobre los juncos y las hojas cayendo de las acacias. Había pájaros y el agua iba rozándonos.
Los peces nos parecieron tibios. Fueron horas acostumbrándonos, y arriba nubes en ceremonia, paredes altas de eucaliptos, y un techo resquebrajado entre las sombras de los árboles.
Eso y cada noche un buitre custodiándonos empotrado en la pared con sus alas de ébano.
4
En el cuadro un barco pasa y los tripulantes arrojan sus redes. Abajo, sobre la mesa, el sufrimiento que llevan las manos cuando intentan serenar al cuerpo, aunque sea imposible; aunque más tarde debamos hacer lo mismo.
5
Es la hora del té. ¿No las ves? Diminutas en el agua también nadan, y yo las bebo.
Más tarde, el pez ahogándose en el balde, y las burbujas sobre el río cuando corren entre las piedras y se matan.
6
La perspectiva es caer. Bajar al río entre cardos con puntas violetas y antiguos frutales.
Después de madurar, esos higos y duraznos son despedazados por los pájaros.
A la siesta, como los adultos, ensayamos detrás de la puerta, en la oscuridad, supongo que con el calor de una sortija agitada, mientras todo desparramado nos marea, desespera y sonríe.
Después de madurar, esos higos y duraznos son despedazados por los pájaros.
A la siesta, como los adultos, ensayamos detrás de la puerta, en la oscuridad, supongo que con el calor de una sortija agitada, mientras todo desparramado nos marea, desespera y sonríe.
7
Una vela nos permite admirar el polvo elevándose y el puesto cercano a la ruta por la que casi no pasan autos.
Ahora todo eso viaja como una forma de aliento: el panal que prendimos fuego mientras las abejas volaban y nosotros corríamos con alcohol y fósforos en la mano.
Una vela nos permite admirar el polvo elevándose y el puesto cercano a la ruta por la que casi no pasan autos.
Ahora todo eso viaja como una forma de aliento: el panal que prendimos fuego mientras las abejas volaban y nosotros corríamos con alcohol y fósforos en la mano.
8
Te sigo. Parece todo calmo. Bordeando la pared, veo la playa donde estuvimos acostados sobre baldosas calientes con un sauce apenas tocándonos; ahí donde te sostuve sobre el agua.
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