Saliste a pasear con tu perra
después del calor agobiante.
La noche apenas
había mejorado
ese letargo.
Más tarde, con dificultad,
te dormiste, y mientras dormías
se desató una tormenta.
Al despertar,
el viento era fresco.
Abriste las ventanas,
los árboles se movían;
los pájaros cantaban.
Eras feliz,
como alguien venido
de la antigua Grecia.
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