lunes, 22 de abril de 2024

Esa misma noche

 

Esa misma noche soñé que estábamos junto a la pileta rodeados de una bruma incipiente. Acostada en una reposera, un viento leve movía las ramas del sauce sobre tu cabeza. Te miré bien: no había en tu cara un rasgo de imperfección, tampoco de soberbia. Acomodándote en un costado de la reposera, en el sueño me decías: “Vení conmigo.” Pero, cuando me sacaba la remera para ir a tu lado, te levantabas alarmada. —La casa de Anselmo está en llamas —decías señalando el río. Y era cierto: en los plumerillos cercanos al agua había fuego y también en la casa. 

 

Entre el humo unos carpinchos huían. —Se van —decías angustiada— hacia los brazos del río (esos brazos que también podían nadarse a caballo, pero con el riesgo de encontrar yararás en el agua). 

 

Y después, al final del sueño, estaban los camalotes de siempre. Pequeñas islas de plantas con flores diminutas. 

 

 

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