En la antigua reposera
te vi agarrar sin apuro
el diario; así era todo:
a un costado tu perro dormitaba,
en alguna parte las chicharras
celebraban que ninguna
delicadeza pesaba;
había ese aire de verano
y el cielo era algo que estaba,
sólo por ese día, para disponer
la escena que nunca pudo repetirse
en un nivel tan lindo,
diría: tan monumental.
Esto se llama presente,
dije cuando sonreíste,
y una chicharra cantó un
poco más fuerte, y otras
la siguieron. Y tu perro
a mis pies, genial,
aún dormitaba. Y el tiempo
se movía, y a mí me daba no sé qué
ese lento y seguro avance.
lunes, 15 de agosto de 2011
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