Cuando ella emerge
te dan muchas ganas
de acariciarla, de frotarte
contra ella, de meterle
algo por algún lado.
El sol se acopla,
y la rocas, a lo lejos,
están cada vez más
infectadas de cormoranes,
casi todas están blancas.
El viento no cede, pero
tampoco perturba tanto,
los tipos que venden cocas,
parados al lado mío,
también la espían, me
pregunto si piensan lo mismo,
presumo que sí por la forma
que uno sonríe.
Ahora espero que ella se
acerque un poco, aunque sé
que por imperio de Dios
la posibilidad más certera
es hablarle en sueños
que atesoro en un subte
absolutamente nuevo.
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lunes, 1 de agosto de 2011
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