La imitación de los modos de otros
a la salida de la iglesia.
Sí, me acuerdo perfectamente
éramos chicos, tendríamos doce años a lo sumo,
y mirábamos a las chicas una y otra vez, como si
ese mirar constante pudiese, por arte de magia,
acercarlas a nosotros que estábamos
demasiado al fondo de nuestros deseos.
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