Percibo a veces, en inusuales momentos de ternura,
niños en la plaza que se prestan sonrientes las
cosas.
O esa flor, en una pradera plagada de flores,
un día de calor que promete encuentros
durante noches donde miles de grillos saltan.
Y cada día, el río cada vez más profundo,
y lo que debería estar donde
los pájaros levantan el sol
que crece según le conviene.
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