Cuando descubrimos que los discursos
funcionan para solventar a los vastos y fértiles sistemas,
nos preguntamos qué oración esencial
íbamos a elegir para desarrollar el nuestro.
Para respondernos, pasamos mucho tiempo
ahondando en nuestras preferencias mientras
el mundo siguió su curso.
Amanecía sobre los domesticados campos
y a su tiempo anochecía.
Y pasó el invierno y llegó la primavera.
Pero las mismas ideas que nos había condicionado
seguían incólumes. Así que, año tras año,
tuvimos que continuar trabajando
como escultores de nuestra piedra.
De ese modo paciente, modificamos
lo que teníamos en el horizonte
al punto que estamos listos para volvernos
parte de la naturaleza versátil
de las cosas.
Ese lugar donde los procesos
magistrales florecen.
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martes, 25 de julio de 2017
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