de un recinto amurallado capaz de darnos
algún tipo de seguridad útil para adoptar
nosotros también el atractivo y floral cuerpo
que tiene la inocultable y atrayente grandeza,
incluso en las estudiadas miradas y vestimentas
que no serán olvidadas y que por lo tanto justificarán
cada uno de nuestros penosos esfuerzos por destacarnos.
Pero los viejos dioses nos enseñan que las cosas pasan
y se olvidan, que la circunsferencia del universo
está fuera de toda medida, y que las proezas más sentidas
germinan en el esmerado corazón de los que buscan.
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