El lugar último en donde no hay más espacio
y debemos frotar nuestras manos contra un muro
de piedras inmensas dispuestas por los antiguos
emperadores de todas las épocas en honor a un Dios
que nos mira indolente y concentrado
en un punto que no podemos captar del todo
hasta que lo vemos a medias y una tibia luz aparece,
entre nubes cargadas de agua, e ilumina
una inscripción que aún está muy borrosa.
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