Estábamos en un laberinto construido por nosotros mismos durante
años y años de paciente esfuerzo en el medio de una tristeza que me costaría
mucho describir. Hasta que de los cielos recibimos una luz que tocó nuestro entrecejo
y nos dejó una cereza dorada y poderosa. Y desde entonces
pudimos construir un mundo en nosotros y en el resto
plenamente distinto, más abierto y gozoso, y limpio, y manso.
¿Nosotros buscamos esa luz o hubo alguien que nos la concedió?
¿Pero cómo podríamos nosotros responder eso?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Que tal vez había soñado
Esa mañana un pajarito saltaba por las ramas de un árbol del que desconocía el nombre. Las golondrinas se dispersaban y por momentos se un...
-
El genio rockero me miró con sorpresa y después, víctima de cierta discordancia, tentado, me respondió: “Okay my lord”. Se volteó y preguntó...
-
La suficiencia para hablar debería ser desterrada de todos nosotros en la medida que el alcance de la palabra se limita a u...
-
El estruendo interno como fuente de toda perseverancia así debería ser, así deberían consumirse los días y los cigarrillos imaginarios que...
No hay comentarios:
Publicar un comentario