Me pregunto hasta qué punto lo que transitamos, cada lugar que nos contacta, configura una esencia que se nos hace propia, que se integra a nuestra existencia, al punto que el paisaje nos pertenece.
Porque a cierta altura es evidente que ciertos paisajes, por un motivo u otro, se han convertido en una presencia en nosotros y se desenvuelven dentro de nuestra identidad al punto que la mente recurre a ellos una y otra vez como en busca de algo.
Tal vez cierta seguridad, cierto sosiego. Darle un sentido más importante a la experiencia. O una permanencia que nos rescate de todo lo inexorable.
Archivo del blog
domingo, 3 de febrero de 2019
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Acrópolis
Aún te creías capaz de realizar un progreso importante. En tu infancia, un lobo marino se acercaba a tomar los peces que ponías en la ...
-
El genio rockero me miró con sorpresa y después, víctima de cierta discordancia, tentado, me respondió: “Okay my lord”. Se volteó y preguntó...
-
Vuelvo de la playa abrumado. Y lo peor no es esa sensación tan grande, lo peor es cuando la realidad te persigue y te alimenta: hoy iba por ...
-
Creo que es mejor que les cuente un poco de Carola. Una premisa que no es sencilla porque mis percepciones cambiaron con los años de manera ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario