Me meto con una bolsa de juguetes
con forma de animales
en la bañadera
con unos seis o siete años
y siento un placer
imposible de describir
bajo ningún tipo de forma
o manera
porque lo que en ese tiempo sentí
es imposible de sentir más
y es imposible de trasladar
como el sentimiento que era
a cualquier otra persona
e incluso para mí mismo
porque, como dije,
la sensación
espontánea
y real
excede
todo
menos
el tiempo
en el que ocurrió.
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