Antes pensaba que con la vejez uno, con suerte, podía llegar a un estadio de sabiduría o algo así que justifique tantos trabajos, tantos vaivenes, y sobre todo tantos nervios.
Sin ir más lejos, aplacar esos nervios, es el objeto de mis días. Los pocos instantes en que he sentido algún tipo de paz, son los instantes que atesoro.
Pero ya no creo que esa "paz superior" pueda ser alcanzada. A lo sumo, se pueden mejorar las cosas, pero en una medida bastante ínfima. Y tal vez aceptar eso es lo maravilloso. No superarlo.
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