Naciste con el píloro tapado,
durante muchos días no pudiste comer.
Hasta que un médico,
de nombre Gianantonio, decidió
operarte y te salvó la vida.
Desde entonces vivís
con una angustia que te exige
sobreactuar lo dramático.
Estuve en la casa de las afueras de la ciudad. Durante la noche, las gotas sobre el techo de chapa siempre me producen la felicidad que ce...
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