En un parque vacío
de una ciudad antigua,
por fin no llovía
y el verde humedecido
destacaba unos laureles
rosados y blancos,
el viento silbaba en el frío,
y no había nadie en las calles.
Los mismos caballos junto a espinillos como oradores al costado del camino. Y a la ida y a la vuelta, la obsesión de no pensar. También el...
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